
Se trata de un local clásico, situado en la confluencia de las calles Ferraz y Bailén, en un edificio histórico, en cuya cúpula se inspira el logo del restaurante. Se abrió al público en 2007 y, desde entonces, ha tenido una evolución meteórica hasta ser considerado uno de los mejores restaurantes de España... y podemos dar fé de que así es.
Lo primero que nos sorprende es que, dependiendo de por dónde entres (si vienes desde Plaza de España, verás las ventanas del restaurante, pero si vienes desde Ferraz, no verás nada), en el portal no hay ninguna referencia al restaurante hasta que miras los telefonillos y ahí se indica discretamente el sitio donde hemos reservado... así que entramos decididos y a la derecha, tras subir unos escalones, nos encontramos la puerta abierta a un espacio elegante, dividido en tres salas con capacidad para unos 45 comensales y de "ambiente selecto" como ellos mismos se definen en su página web. Marcando las diferencias, por el tamaño y lo señorial del edificio, nos recuerda al estilo de la Terraza del Casino. Empezamos bien :) Se aprecia además un olor curioso, raro para un restaurante. ¿Incienso tal vez?
Nos sentamos y nos encontramos una mesa sobria, con una tarjeta para cada uno con el texto "Bienvenido a la Revolución Silenciosa", las copas y una servilleta. Nos ofrecen un aperitivo y optamos por un par de verdejos (Naia). Nos traen las cartas y junto con ellas, un platito de crema de cacahuete... ¡para mojar las tarjetas que son comestibles!

La carta es muy sencilla. Para mantener la calidad de sus productos, han decidido quitar los platos y ofrecer tres modelos de menús:
- Encuentro: 2 snacks, 2 entradas, 1 pescado, 1 carne, 1 prepostre, 2 postres, café, té y petit fours por 86 €.
- Seducción: 3 snacks, 3 entradas, 1 pescado, 1 carne, 1 prepostre, 2 postres, café, té y petit fours por 98 €.
- Revolución: 3 snacks, 4 entradas y el resto igual que los anteriores por 115 €.
La carta de vinos es muy extensa y nos decidimos por un cava (también como habitualmente) Agustí Torrelló 2007 Gran Reserva. Nos sorprendió la extensa gama no solo de calidades sino también de precios. Nos parecieron más baratos de lo habitual en este tipo de locales.
Y comienza el desfile de platos:
- Morada: Es un snack que a simple vista no se reconoce lo que es. Como una hoja congelada. Se come de un bocado y consigue 3 sensaciones, una detrás de la otra: Primero frío, luego se aprecia el sabor a pescado (caballa) y por último, sabor a cilantro. Muy conseguido.
- Trufa de caza con foie y setas. Una presentación muy bonita, de una trufa de pichón con serrín de foie y aroma de tomillo, que se aprecia al levantar la copa donde está presentado el plato... ¡Y ya tenemos la solución a lo que olía al entrar!


- Kokotxa de salmón ahumada en caldo corto de azafrán, erizo de mar, aire de coco y banana crab. Muy vistoso porque con la banana simulan un cangrejo... pero creo que fue el plato que me pasó más desapercibido.


- Mero con marinada coreana y con huevas de pez volador, que dan siempre un regusto curioso, al explotar en boca.





Por hacer una ligera crítica, diría que antes de los postres teníamos aún sensación de "poder comer más", eso sí, con los postres, que son bastante contundentes (en especial el huevo), se nos quitó esa sensación.
En definitiva, salimos de allí más que satisfechos por la calidad de la comida y por haber sido sorprendidos como si hubiera sido la primera vez que visitamos un local de este estilo.