No trata del libro, no lo acabé, lo tuve que devolver a la biblioteca.
Resulta que mi amiga Mónica y yo nos reuníamos los martes para ser autodidactas de patchwork (con algo de ayuda de la red y un libro), al llegar el verano pensamos que no era motivo para dejar de hacerlo, pero fue realmente imposible, en agosto nos vimos y quedamos en retomarlo que en cuanto empezaran las clases. De hecho incluso empezó a guardar lacres para hacer también un bolso.
Una vez que sabemos los horarios de las extraescolares vamos a ver que día es posible y sale el viernes. Por fin tenemos nuestro pequeño club de los viernes. Los tres primeros ya fue imposible quedar, el quinto lo adelantamos al jueves y el sexto también se ha anulado, así que os muestro lo que hemos empezado que quizá no se termine este año, ya que veo muy difícil que volvamos a coincidir otro viernes.
Pues en nuestra aventura andamos intentando hacer una casita para colocar sobre la caja de pañuelos. Encontré un tutorial por internet, pero a mi se me antoja que el lado más estrecho es el que quiero para la puerta de entrada, así que los patrones no nos sirven y pasamos nuestro primer viernes cortando y recortando lo que será nuestro patrón.
Para el jueves que quedamos estuve de compras y me traje un montón de telas, a mi amado esposo casi le da un patatús con el precio de los “retales”, mientras va menguando mi presupuesto para Creativa. Son tan chiquitines los trozos que utilicé que parece una locura haber comprado un trozo tan grande. Para trabajos así me vendría genial trocitos pequeñitos, ahora es cuando me da pena no haber hecho algún intercambio de 10 piezas de 10×10, pero hasta ahora tampoco tenía 10 telas diferentes así que si a alguien le apetece hacerlo conmigo solo tiene que decirlo.