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El Club de los Virtuosos

Publicado el 03 septiembre 2011 por Sergiocossa @sergiocossa
El Club de los Virtuosos. El escritor mejicano Alberto Chimal, en su blog Las historias, comentó que tiempo atrás escuchó hablar a una persona corrupta sobre la "virtud" que sentía por lo que hacía. Y propuso que el que quisiera, escribiera un relato de un personaje que justificara sus cualidades negativas, convirtiéndolas en virtudes. Este cuento surgió de esa idea. Es un cuento para argentinos... No tanto por lo que se narra, puesto que eso existe en todo el mundo, sino por los argentinismos que lo pueblan y que son inevitables. De todos modos, el que se anime, aquí lo tiene.
Para los escritores: es una exploración sobre la escritura de un cuento prescindiendo de la voz del narrador.
–Che, Lombardo, ecierto questá bueno este restorán. Se morfa bien, se ve lindo afuera y no hay mucha gente. –Como se lo expresé en varias ocasiones, “Mono”, es un restaurante al cual asisten pocos comensales porque los precios son especialmente elevados. Pero a mí eso no me inhibe. Vale la pena un buen churrasco mientras uno observa cómo pasan las embarcaciones con las luces encendidas… –¡Y qué te van a jodé lo precio a vo Lombardo, con la guita dulce que mordé en el ministerio! –Usted, “Mono”, no se queda atrás. Esa nueva estancia que adquirió en la provincia la terminaron pagando sus afiliados…
–Que se jodan por boludo. Si le gusta laburá, que le aporten al sindicato y si no que se vayan a juntá cartón o salgan a choriá. Pero no dejemo al amigo afuera de la conversación. Qué me contá, Sosa, ¿te gusta el restorán? –Está muy bueno, Gutiérrez. Esta pata… –Che Sosita, a mí hasta lo amigo má finoli como el Lombardo me dicen “Mono”, así que vó también decime “Mono”, questamo entre amigo acá. –Está bien. Les decía que la pata flambeada está espectacular. Y hay poca gente pero de buena calidad. –¿Lo dice por esas prostitutas finas que están allí? Siempre aparecen a la noche con algún político o productores de televisión. Si les muestra una buena chequera se le adhieren como abrojos. Le puedo pasar unos números de teléfono si quiere. Aunque usted seguro posee más experiencia que nosotros con ese tipo de mujeres. –No se rían, que cada cual tiene su laburo… –Bueno ya que hablá de laburo, a vé che, Sosita, tragate ese pedaso de carne y contá al final para qué queré hablá con nosotro. –Como les dije antes, me mandó el comisario Bermúdez. Yo hace muchos años que manejo una agencia de putas finas que se mueven por los boliches de la zona norte. También me encargo de la merca… Todo de muy buen nivel, para los empresarios, turistas de categoría y eso. Bermúdez siempre me protegió… –E buen tipo ese Bermude. –Sí, coimero pero responsable. La cuestión es que ahora pusieron a un fiscal nuevo que me mete presión. Lo quise coimear pero la va de duro y quiere cerrar los boliches… –Al principio todos se comportan como moralistas incorruptibles, pero es solo para marcar su territorio y de ese modo luego cobran comisiones más importantes. –Ya sé que es así, Lombardo, pero este ya me metió en cana a un par de minas y a un distribuidor. –¿Era tuyo ese que agarraron con cien raviole la otra noche? –Sí, “Mono”, es uno de confianza. Ahora los clientes putean porque está lleno de canas de investigaciones. Imagínense que trabajo con mucha gente conocida… Bermúdez me dijo que ustedes me pueden dar una mano. Que tienen una especie de clan para protegerse. –Che, Lombardo, este quiere entrá al “Clú de lo Virtuoso”. –No sé cómo es la cosa. Bermúdez me dijo andá y hablá con ellos que te van a ayudar. –Le voy a explicar, Sosa. Le decimos “El Club de los Virtuosos” a un grupo… informal, que creamos unos cuantos amigos para cubrirnos cuando nos molestan en nuestras actividades. El Comisario Bermúdez pertenece al Club y si lo mandó es porque confía en usted. –¿Y quiénes más están en ese Club? –Nosotro no te tenemo tanta confianza, así que no te vamo a dá nombre. En el Clú hay abogado, juece, policía, banquero, funcionario como el Lombardo, ecétera. –Lo llamamos “El Club de los Virtuosos” porque consideramos que somos virtuosos en lo que hacemos. Cualquier ciudadano común se puede llamar virtuoso a sí mismo y por eso se cree mejor que los demás; al final es solo vanidad lo que siente. En el Club somos todos corruptos y lo reconocemos abiertamente. Somos virtuosos de veras, porque no negamos nuestra naturaleza corrupta, al contrario, nos unimos para mejorarla. –Entonce, si yo mando a lo muchacho a que hagan despelote y caguen a palo a lo de otro gremio, lo fiscale y lo juece del Clú se hacen lo boludo y miran para otro lado. Y la cana ni aparece, ¿mentendé? –Ese es un burdo ejemplo de lo que acostumbra a hacer el “Mono”. En realidad en el Club trabajamos más que nada de guante blanco. Negociados, licitaciones truchas, estafas... –¿Y yo podría entrar? –No es fácil, Sosa. Tenemos que reunirnos con el resto de los socios para que lo aprueben. Lo más probable es que lo vigilen por un tiempo para ver cómo se comporta. Con excepción del “Mono”, los integrantes del Club somos gente fina. –Al “Clú de lo Virtuoso” no entra cualquiera, Sosita… Che, Lombardo, ¿conocé al tipo ese que viene para acá? Hace rato que miraba. –No, no lo registro. –Buenas noches, señores. –Buenas noches, caballero. ¿Qué se le ofrece? –Mi nombre es Mario Matagliatti. Ustedes no me conocen, pero este señor Sosa, este atorrante drogadicto, sí que conocía a mi hijo. Era un adolescente y la otra noche lo mató con una sobredosis. Ahora yo vengo a cobrarme. –¡Pará boludo, qué hacé con ese fierro! –¡Yo no te conozco ni a vos ni a tu hijo! ¡Eh! ¡Apuntá para otro lad…! –¡¡¡Mierda!!! ¡Mierda, lo mató al Sosa! –Tranquilos señores, mi problema era con Sosa, no con ustedes. Ahora estoy mejor. –¡Pará qué hacé boludo! –¡¡¡Se pegó un tiro!!! Venga, “Mono”, salgamos por la cocina antes que llegue la policía. –¡Boludo, todo esto tipo saben que estuvimo acá! –Ya me conocen, “Mono”. Nadie va a decir nada. Nos vamos y lo llamo al juez Ollarte para que acomode la situación. –¿El Ollarte también está en el Clú? –Sí. Lo aceptamos hace unos días. Venga que por acá salimos al estacionamiento. –Che Lombardo, qué paí de mierda, acá cualquiera viene y te mete un caño. –Allá está mi auto. Vamos para su casa. ¿Qué le pasó en el pantalón, “Mono”? –Cuando el chabón ese peló el fierro, me mié del cagaso.
FIN
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