Tras dos entradas dedicadas a cómo percibimos el color ([1] y [2]), es casi obligatorio comentar un relato de H. P. Lovecraft, titulado «El color que cayó del cielo», o «El color de fuera del espacio», dependiendo de la traducción (el título original es «The Colour Out of Space»). La historia gira en torno a un meteorito que cae en el campo, y poco a poco la vida de alrededor se va marchitando, y algunas personas enloquecen. Todo ello debido a algún tipo de ente que llegó a la Tierra en ese meteorito.
A lo largo del relato, se menciona varias veces la presencia de un color desconocido para el hombre, imposible de describir, asociado al meteorito. Así, unos profesores de la ficticia Universidad de Miskatonic estudian un fragmento y «al ser calentada ante el espectroscopio mostró unas brillantes bandas distintas a las de cualquier color conocido del espectro normal». Dentro del meteorito, se halla una sustancia extraña cuyo color se nos describe así: «El color, parecido al de las bandas del extraño espectro del meteoro, era casi imposible de describir; y sólo por analogía se atrevieron a llamarlo color». Las descripciones sobre la incapacidad de describir el color se repiten a lo largo del relato: «su color era tan raro que no podía ser descrito con palabras», «su color era también muy extraño (...) igualmente desconocido para cualquiera que lo viera», «no correspondía a ninguno de los matices que el ojo humano había visto hasta entonces». Bueno, os hacéis una idea ¿no? Un color desconocido por el hombre, nunca visto, y que no se parecía a ningún otro color. Un color de otro mundo.
Pero si habéis leído las entradas anteriores dedicadas al color, comprenderéis que no tiene sentido. El color es un producto de las distintas reacciones de los conos de nuestros ojos ante la luz visible, es decir, ante fotones cuya frecuencia está en un rango determinado del espectro electromagnético. Dicho rango va del rojo al violeta, pasando por todos los colores del arco iris. La radiación electromagnética que cae fuera del rango de la luz visible (y podríamos incluir el ultravioleta cercano en el rango visible, por cierta anécdota contada por Sildur), es invisible para nosotros. No tiene sentido, por tanto, esa referencia a las bandas fuera del espectro normal. Si estaban fuera del espectro de luz visible, entonces no eran ningún color. No era luz visible y no se podía ver con el ojo humano. Y si estaban dentro del rango de luz visible, entonces corresponderían necesariamente a colores conocidos, concretamente, colores espectrales.
Como ya sabéis, el resto de colores corresponden a mezclas de colores espectrales. Uno puede pensar que tal vez haya combinaciones de estimulaciones de nuestros conos, que nadie, o poca gente, haya experimentado, por no encontrarse en la naturaleza. Pero dado que el color es en cierta forma una «invención» de nuestro cerebro, una forma de interpretar esas estimulaciones, ciertamente lo veríamos parecido a otro color familiar. Podéis experimentar vosotros mismos con los sitios Color Creator o 4096 Color Wheel, donde en la propia página podéis mezclar (aditivamente) rojo, verde y azul para obtener cualquier color de la gama RGB. Intentad crear colores raros. Aunque no tengáis un nombre para el color, seguro que podréis describirlos en términos de parecido a otros colores («verde grisáceo amarillento», o «marrón tirando a rojizo»). No creo que encontréis alguno «imposible de describir».
Y antes de que alguien lo mencione, sí, ya sé que así no conseguiremos reproducir toda la gama de color perceptible por el ojo humano, pero si revisáis las figuras de la entrada anterior, veréis que los colores que «faltan» no son especialmente extraños, pues están entre nuestro triángulo y los colores espectrales o la línea recta de los magenta.