Luvungi es una aldea de la República Democrática del Congo, una más de los agujeros hundidos en el corazón de África. Teñida de marrón anaranjado, el color de sus caminos de tierra, uno no se explica cómo el horror eligió ese lugar para hacerse presente. En Luvungi, todas las mujeres fueron violadas. Todas sin excepción. Niñas, jóvenes y ancianas. En sus propias casas, delante de sus hijos. Los rebeldes actuaron con total impunidad a pesar de que sólo estaban a unos pocos kilómetros de una base de la ONU. La violación como arma de guerra. Así lo cuenta David Beraín en el reportaje Congo, tierra violada, que se emitió hace unos días en el programa Rec, Reporteros Cuatro.
En las últimas semanas el corazón de África se está desangrando… y apareciendo en los medios. Primero fueron las violaciones, que aparecieron en medios de todo el mundo (un artículo de The Guardian y otro de XL Semanal), más aún cuando la gravedad de la situación salió a la luz tras un informe de la ONU, y después los interminables enfrentamientos entre los rebeldes y el drama de los refugiados.
En la RDA hay más de 100.000 refugiados, que se reparten en 100 asentamientos a lo largo del río Ubangui, que cruza el país, según publica IRIN en una serie de reportajes sobre el país. El ACNUR, el Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Refugiados, tenía recursos para abastecer a 35.000. Ahora están al límite y las perspectivas no son mucho mejores. “No están preparados para regresar”, dicen desde Naciones Unidas. ¿Regresar dónde? A aquellas tierras de las que huyeron porque había “soldados heridos, casas quemadas, mujeres violadas”.
Joseph Conrad hizo literatura con esta tierra llamándola ‘El corazón de las tinieblas’. No sabemos qué escribiría ahora viendo la oscuridad que se ciñe bajo la cuna del señor Kurtz.