El contrarrevolucionario

Publicado el 29 enero 2013 por Yusnaby Pérez @yusnaby

English Version: Counterrevolutionary

Recuerdo que toda la vida me he caracterizado por ser un rebelde, protestar por lo que consideraba mal hecho o injusto y la mayoría de las veces planteando soluciones. En el ámbito político cubano he vivido a paso lento agonizante un cambio que me ha costado 25 años de vida.

Si analizamos el significado de la palabra “revolucionario” distaría mucho de los argumentos que utilizan los políticos en Cuba para definirla. Siempre ha sido una guerra mortal. Me viene a la mente cuando los cubanos tenían “terminantemente prohibido” acceder a los hoteles. Nunca entendí esa prohibición y me planteaba discutirla con quien fuese. La respuesta que continuamente obtuve fue: “no hables de eso porque pensarán que eres contrarrevolucionario”. Lo mismo sucedió con la prohibición a tener dólares, teléfonos móviles, comprar y vender casas, comprar carros y recientemente poder salir del país libremente con la nueva <Reforma Migratoria>. Es que en cada uno de los casos anteriores me quejé, y lo hice a niveles muy altos. Siempre tenía a mi madre histérica en casa repitiéndome miles de veces que me tildarían de contrarrevolucionario. Y es que todas esas cosas han ido cambiando (aún quedan muchas). ¿Entonces?
El que era contrarrevolucionario ayer por quejarse de que no podía viajar, ¿hoy que es? ¿Revolucionario porque no se queja? ¿Acaso ser “revolucionario” significa acatar sin objeción y cumplir sumisamente lo que el gobierno “oriente”? Hemos perdido lamentablemente el entusiasmo social de opinar, proponer cambios, pedir explicaciones, exigir derechos, reclamarlos, pedir respeto. Nos han inculcado durante más de medio siglo que si protestas eres malo (o mal visto). Si le dices a tu delegado en una reunión del Poder Popular que no estás de acuerdo con la forma en que se realizan las elecciones, luego la presidenta del CDR te apunta en la lista imborrable de “contrarrevolucionarios” de la cuadra. En una marea turbia de miedos, incertidumbre, ignorancia, censura y autocensura se encuentra el pueblo cubano. El sistema no está adaptado a interactuar con el pueblo, no existe un diálogo directo con el cubano de a pie. ¿Hace cuánto que no se someten al voto popular leyes o cualquier referéndum?

Ser un opositor o un “peligro para la Revolución” puede ser cualquiera que diga en voz alta alguna opinión que discrepe un poco con cualquier orientación política del gobierno cubano; incluso si esa persona jamás ha escuchado de Yoani Sánchez ni conocido sobre el proyecto Varela.

¿Contrarrevolucionario no debería ser el que roba o “resuelve” en su trabajo, el que malamente atiende al personal en una oficina de carnet de identidad, el comerciante en una tienda estatal que te dice que no hay un producto cuando realmente lo hay, el político que se inventa argumentos incoherentes para justificar prohibiciones obsoletas (como Ricardo Alarcón y sus trabazones aéreas), el nieto de Fidel Castro que vende los vinos Vega Sicilia que le regalan a su abuelo en el gimnasio a extranjeros, los periodistas de la televisión que tardan tres días para dar una noticia, el ministro que le oculta al pueblo sobre la verdadera disponibilidad de un cable de fibra óptica, un presidente que tiene un país endeudado con muchísimos millones de dólares y no menciona el tema? Esos son los verdaderos contrarrevolucionarios y no los que hacen abiertamente las preguntas anteriores.

Llámenme contrarrevolucionario, no soy ni uno ni otro.


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