El cuento de caperucita

Me gusta cambiar los finales de los cuentos. "Finales alternativos", los llamo. Adoro al lobo de Caperucita, por ejemplo, no sabría decir por qué y, a la vez, si lo intentase explicar, descubriría mil motivos.

Me fastidiaba que llenasen su barriga de piedras y acabara ahogado en el río, e imaginaba que, en realidad, el lobo solo deseaba ser feliz con Caperucita. Así me contaron el cuento cuando era pequeña y esa imagen me angustiaba sobremanera. Caperucita se libraba de la muerte gracias a un cazador, para mí que es el mismo que no quiso arrancar el corazón de Blancanieves y optó por llevarle a la madrastra el de un ciervo...

La madrastra me gusta más que Blancanieves, ¡¿dónde va a parar?! Las princesas son todas muy sosas y no harían feliz a un príncipe, más allá de la noche de bodas...

Y, sobre mis preferencias, donde esté el lobo, que se quite el cazador. Como nunca paro de imaginar, pienso que detrás de ese lobo está el verdadero príncipe, solo que no es tan seductor en apariencia como los de los cuentos. En el caso de "La bella y la bestia", me va más la bestia que su transformación en príncipe y descubrir el interior de ese ser que todos desprecian, es una experiencia casi mística. Y del lobo, también me gusta imaginar cómo es, que siente, qué ve en Caperucita... De seguro que yo no contaría igual su encuentro en el oscuro bosque. Haría una historia de adultos... Soñaría Caperucita con el lobo, pues solo él logró ver a la joven más allá de su capa roja. Por ende, ella miraría más allá de sus garras. Haría que fueran felices, aullando los dos a la blanca y redonda luna, convertiría a Caperucita en una loba y haría que el lobo le quitara la capa. Y, por supuesto, no pondría eso de "colorín, colorado, este cuento se ha acabado", sino que acabarían amándose bajo esa inmensa luna. Que el día convierta al lobo en hombre y que la noche, lo devuelva a su estado de bestia.

Estoy convencida de que Caperucita sería muy feliz.