Revista Talentos

El cuento de la civilización milenaria

Publicado el 21 junio 2012 por Perropuka

El cuento de la civilización milenaria

Ritual andino-AP

Hoy se celebra en Bolivia el Año Nuevo Aymara según su calendario, hecho que coincide con el solsticio de invierno, y que sus apóstoles de poncho, sombrero español y mocasines modelo italiano pretenden vendernos la idea con un artificioso envoltorio, bautizándolo recientemente como Año Nuevo Andino-Amazónico para que parezca incluyente, aunque sabe Dios o los espíritus del bosque si las creencias de los indígenas de tierras bajas tengan algo que ver con la cosmovisión andina. 
Que los aymaras festejen un día del año como máxima expresión de su cultura, es desde todo punto de vista respetable dentro de ese marco de convivencia intercultural, pero por otro lado ¿por qué tenemos quever trastornada nuestra normalidad el resto de los bolivianos que estamos obligados por ley a interrumpir la productividad, y considerando que la etnia aymara solo representa el 15% de la población total? Aunque posteriormente, los quechuas se hayan sumado al rito, esto sin embargo, no deja de ser una festividad andina y por lo tanto ajena a las otras regiones del país. Cabe preguntarse entonces que dónde queda el espíritu plurinacional, ese discurso hueco de la tolerancia y el respeto hacia las otras visiones y culturas.
Aún más, ¿de qué sirve que el Estado se haya dividido administrativamente en gobernaciones autónomas, a imitación del modelo español con asesores peninsulares, incluido? Ya quisiera yo, ver que en el resto de España, se obligue a celebrar la festividad de una Comunidad Autónoma en particular. Al declarar, el gobierno, constitucionalmente el laicismo del Estado, entra de nuevo en franca contradicción, porque instala de facto una nueva religión: el sistema de creencias andinas. Por tanto, esta nueva celebración estatal no deja de tener un tinte ideológico-religioso en su afán de menoscabar la influencia católica. Dicho sea de paso, que también nos parece innecesario mantener como feriados nacionales algunas festividades como el Corpus Christi, que ha ido perdiendo importancia. 
No voy a entrar en los pormenores de la religiosidad andina, no es el caso ni quiero pecar de superficialidad. Que una parte de la población boliviana asuma los ritos andinos como parte de su cultura, de su forma de vida, de su cosmovisión, así nos pueda parecer al resto como un conjunto de creencias basadas en la superstición o un retroceso al pasado, no obstante, es parte fundamental de la espiritualidad de esos pueblos que tienen todo el derecho de conservarla. Donde no estamos de acuerdo es cuando esas creencias ancestrales pretendan reemplazar o mezclarse con asuntos científicos o legales, amparándose en el derecho de su supuesta tradición milenaria. Al césar lo que es del césar.
Según los profetas pachamamistas, el calendario marca el año ¿5.520? de la civilización aymara. ¡Por las barbas de Zeus!, se pretende equiparar a las civilizaciones egipcia, caldea y china. Para empezar, es curioso que, al no existir vestigios escritos de esa cronología, pueda resultar tan fácil llevar la cuenta basada solo en la tradición oral. Según la cultura china, estamos en el año 4709, por tanto menor al calendario aymara. No hace falta enumerar todos los inventos y conocimientos científicos que los chinos han contribuido a la humanidad. Al contrario, la “sabiduría milenaria” aymara no ha dejado nada rescatable.
Cualquier persona sin ser estudiosa se preguntaría que ¿cómo es que una cultura con más de cinco milenios de antigüedad no haya sido capaz de generar ninguna escritura,aunque sea rudimentaria?¿Dónde está el avance tecnológico durante ese extenso milenarismo de una medicina cuyas prácticas se basan hoy en el uso de hierbas, restos de animales y la invocación de la coca para curar enfermedades? A mí no me vengan con cuentos, que he visto de cerca como operan los yatiris o curanderos.
En todo el mundo hay muestras evidentes del grado de desarrollo de las distintas civilizaciones antiguas. En América tenemos imponentes ruinas arqueológicas de las culturas prehispánicas, comenzando con las mesoamericanas y terminando en las ciudades y fortalezas megalíticas de los incas que hasta hoy causan fascinación e incredulidad. Siendo los aymaras, más antiguos que los incas, en teoría debieron de haber alcanzado mayor grado de desarrollo, entonces ¿por qué no dejaron ningún vestigio arqueológico de importancia?
Como los aymaras actuales no tienen ninguna ruina espectacular que lucir, salvo algunos túmulos funerarios conocidos como chullpas, se apoderaron de la ciudadela de Tiahuanaco reclamándola como suya. Es fácil incurrir en el error de asociar a las ruinas tiahuanacotas con la cultura aymara, y mucha gente aún dentro del país está convencida de aquello. La mayoría de los arqueólogos coincide en que la civilización de Tiahuanaco es mucho más antigua que las otras culturas que se establecieron en el altiplano y en las proximidades del lago Titicaca. No se sabe quiénes la poblaron, ni qué lengua hablaban. Solo queda como testimonio de su avanzado desarrollo, sus gigantes y abstractas esculturas monolíticas, el monumento religioso-astronómico de la Puerta del Sol y otras construcciones arquitectónicas impresionantes (solo hay que ver las huellas de cómo trabajaban la piedra para sentir admiración), lo demás se pierde en el más indescifrable de los enigmas. 

El cuento de la civilización milenaria

Nunca faltan los turistas-APG

Que los extranjeros frente al televisor de su casa y los turistas llegados para la ocasión se hayan conmovido durante la entronización de Evo Morales en Tiahuanaco puede parecer muy auténtico, muy singular, muy colorido, etc., no así para nosotros que vimos en tal montaje mediático un gesto de impostura, de manipulación histórica y, se quiere ir más allá, un acto de profanación de un sitio sagrado de otra cultura. Imaginen la situación absurda, torpe y chabacana de ver a un cacique aymara siendo coronado a la manera de los incas, cuando está claro que éstos los sometieron a la fuerza para convertirlos en vasallos. En fin, un show al más puro estilo hollywoodense.
Ahora por decreto gubernamental, los bolivianos estamos obligados a contemplar toda esta farsa de rituales cuya antigüedad se remonta hacia pocas décadas atrás, tan antigua como el origen de su “milenaria” insignia conocida como Wiphala, que hasta ahora no tenemos una prueba arqueológica de su origen andino y cuya inspiración parece estar más clara en los símbolos traídos por los españoles, tal como se vislumbra en la bandera ajedrezada de una pintura colonial. Bien que me acuerdo que, cuando era un niño, apenas unos cuantos nostálgicos y turistas europeos se dirigían cada 21 de junio a algunas ruinas incaicas y montañas a recibir los primeros rayos de sol, mientras sonaban los pututus “ancestrales” de cuerno de vaca. Estos son los rasgos del milenarismo, que los pachamamistas, con la excusa de que los invasores españoles han arrasado durante 500 años de opresión toda la cultura indígena, a tal punto que hay que “dejar a la imaginación de antropólogos” para reconstruir el esplendorde un pasado que no fue tal. Entretanto, nada podemos hacer porque un montón de gente joven se dirija a tales sitios a atiborrarse de alcohol durante la noche anterior a la espera del nuevo amanecer, aunque no tengan ni la más remota idea del significado de tal acontecimiento, pero bonito y trascendental para sus vidas vacías, sí que lo es.

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