El desahucio de los logopobres

Publicado el 19 diciembre 2012 por Jesus Andría González @creaactividad
A nadie se le escapa que, en los últimos 15 años, nuestro mundo ha experimentado (y sigue haciéndolo) cambios a un ritmo vertiginoso, lo que tiene consecuencias a nivel general en la sociedad y por ende en la educación. Si bien durante gran parte de la historia de la humanidad los cambios eran tan lentos que resultaban imperceptibles de unas generaciones a otras, lo que permitía que la nueva generación se integrara en una sociedad prácticamente idéntica a la de sus antecesores, tras la revolución industrial los cambios empezaron a ser percibidos de una generación a la siguiente, de ahí que la realidad social pasara a ser muy distinta de padres y madres a hijos e hijas (que se encontraban un mundo distinto al de sus antecesores). Estos cambios, que Mariano Fernández Enguita, sociólogo de la Universidad de Salamanca, califica como intergeneracionales, tuvieron como consecuencia que los/as adultos/as no estuviesen capacitados/as para introducir a sus hijos/as en el mundo en el que les tocaría vivir. La educación ya no podía ser un subproducto de las relaciones familiares y del entorno, que hasta entonces actuaba como correa transmisora de la cultura y del saber. En ese contexto, el papel de la escuela era claro, ser la institución de vanguardia encargada de hacer llegar a todos/as el saber y la cultura de tantas y tantas generaciones, haciendo gala de que la información y el saber eran un monopolio del cuerpo docente que instruía en las escuelas (inforricos vs. infopobres).

Con la presencia de Internet en nuestras vidas, desde hace unos 15 años, la sociedad ha comenzado a experimentar cambios vertiginosos, que ahora se hacen perceptibles dentro de una misma generación (intrageneracionales) como consecuencia de la democratización en el acceso a la información que rompe la brecha, hasta hace poco existente, entre los inforricos y los infopobres. Es en este preciso momento, en el que lo que se demanda ya no es información, cuando empieza a percibirse que la escuela no está capacitada para transmitir esos cambios. Lo importante ya ha dejado de ser el dato y la información (que hoy es asequible a la distancia de un clic en Internet) sino que lo importante es disponer de los mapas, los esquemas, los códigos y los lenguajes, en definitiva la gestión del conocimiento, para abrirse paso y orientarse en este nuevo territorio que nos plantea la era digital. El aprendizaje deja de centrarse sólo en el saber para pasar a enfocarse en el 'saber pensar', 'saber decir', 'saber hacer', el 'querer hacer' y el 'querer ser'. El aprendizaje ha pasado de ser una "labor" que se hacía durante un periodo de la vida a hacerse desde la 'cuna hasta la tumba', una constante adaptación a los cambios para tratar de sobrevivir (darwinismo pedagógico). Como indica Enguita, el conocimiento ya no es monopolio de escuelas y universidades sino que se gestiona, se comparte, se construye, por toda la sociedad y a nivel global (empresas, fundaciones, individuos, grupos informales, etc.)

Así, y aunque nos pese, nuestra sociedad ha pasado a dividirse en: -logorricos o aquellos/as que tienen la posibilidad académica, laboral, institucional y/o económica de seguir gestionando y adaptando su conocimiento de por vida, y-logopobres: aquellos/as otros/as que bien porque abandonaron tempranamente sus estudios básicos, por nacer y/o vivir en entornos sociales desfavorecidos o simplemente porque eligieron un camino profesional y no académico, no son capaces de orientarse y sobrevivir en este nuevo territorio que les obliga a la formación y adaptación continuas.

Por si fuera poco, la crisis económica de los últimos 5-6 años ha hecho aumentar exponencialmente la población de logopobres. A ella se han unido un ingente número de (a) personas que tras varios (incluso muchos) años trabajando ahora no saben y no tienen adónde acudir para descifrar los mapas a través de los cuales se guía la nueva sociedad (que cambian cada día) y (b) de jóvenes que, con poca o mucha preparación académica, no pueden acceder al mercado de trabajo por primera vez y que no tienen dinero para costearse nuevos estudios. A todos/as estos/as logopobres los gobernantes les han "premiado" reduciendo, hasta la práctica erradicación, la única posibilidad que tenían de no quedarse acinados y desolados en sus casas, a la interperie del deshaucio intelectual (y después de techo), cargándose de un plumazo los programas de formación ocupacional, los talleres-escuela, los servicios de orientación al empleo, entre otros muchos recursos que eran la única salvación de estas personas para poder seguir sobreviviendo en la insolidaria y despiadada sociedad de la información y el conocimiento. ¡Unámosnos contra la logopobreza!


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