«Esa tarde en el balcón, mirando en el vacío, vi ponerse el sol estúpido por entre las montañas, y salir de entre las montañas la estúpida luna. En la oscuridad, de súbito, al unísono, se encendieron tras la luna los infinitos focos de los infinitos barrios de la ciudad, y sumando su luz a la luz de ella, en la vasta bóveda negra me iluminaron la Muer-te: con sus alas deleznables de ceniza, aleteando, descendía sobre Medellín y mi casa el gran pájaro ciego. Barrio de Manrique, barrio de Aranjuez, barrio de Boston, barrio de Enciso, barrio de Prado, barrio de Laureles, barrio de Buenos Aires, barrio de La América, barrios de San Javier, de San Joaquín, de Santa Cruz, de San Benito, de Santo Domingo Savio, de El Salvador, de El Popular, de El Granizal, de La Esperanza, de La Francia, barrios viejos, barrios nuevos, barrios míos, barrios ajenos, barrios, barrios, barrios, proliferando, reproduciendo en la ceguedad de unos genes la plaga humana convencidos de que el que se reproduce no muere porque sobrevive en su descendencia. ¡Pendejos! El que se murió se murió y tus descendientes son los gusanos, que se comen lo que dejes. Déjales deudas. Gástate lo que tengas en lo que sea, en putas, en yates, en compact discs, que tu recuerdo día a día se lo irá comiendo el tiempo, el último sepulturero. De la posteridad no esperes nada: unas flores, si acaso, en tu ataúd, con las paletadas de tierra en el entierro, y después polvo de olvido. Que hereden mierda. ¡Carajo, cuánto borracho por mi carril llevándome la contra! Todos, todos errados. Oh Muerte justiciera, oh Muerte igualadora, comadre mía, mamacita, barre con esta partida de hijos de puta, no dejes uno, con tu aleteo bórralos a todos.
¿Y cómo decirle ahora a papi, que se moría, que lo quería, si en una vida entera nunca me dio la oportunidad? Al final le hablaba y no me oía; una bruma de tristeza lo envolvía y no le llegaban mis palabras. La clepsidra inexorable chorreaba sus últimas arenillas. Después lo conectamos a una botella de suero y el tiempo empezó a contarse en goticas de solución glucosada. Una, otra, otra iban cayendo indecisas, dudando, como su corazón cansado. Entonces entendí que lo que no había sido ya no iba a ser».