Por eso mi ropa tendida es una muestra invisible, discreta, poco ofensiva, frente a esa cruzada de vaqueros bien tendidos, rectos, pinza con pinza. Camisetas de Niña Pequeña se enfrentan al descaro de los pantalones de mi vecina de patio. Los calcetines frente a la tela tejana y las camisas de manga larga -llegó el otoño- adelgazadas, tapando apenas el descuido de otra prenda de color que destiñó no se sabe bien cuándo. Mi ropa se extiende apenas en las cuerdas que me corresponden -ni siquiera de pared a pared-, emulando malamente el despliegue vecinal de los otros roperos y el orden perfecto -uno, dos, tres, cuatro- de sus vaqueros.
