Aquella sería su primera firma de libros, y la ilusión que desbordaba a José Pérez, tan insustancial como su nombre, encontraría destino en un lugar y fecha concretos: Madrid, 27 de mayo. Su editorial, gata como la Feria y como él mismo, le había citado a las 12 de tan primaveral jornada, en una de las mejores casetas del evento. Ahora su carrera despegaría con tamaña exhibición, pues aunque escribía desde siempre, hasta el momento nadie había confiado en sus desconocidas letras y su aún más invisible figura. De aspecto vulgar, no destacaba en ninguna cuestión física que atrajera a la más entusiasta de las féminas; de opinión comedida, no llamaba la atención que el personal requería en las redes sociales. En definitiva: nuestro novel pero cuarentón autor era un sinsangre feote que nadie reclamaba.
Una novela histórica de calidad tal que no pudo ser rechazada ni con tan bajas expectativas de venta, constituyó su salto al mundo editorial. En la impecable narración se relataba una venganza de exageradas dimensiones por parte de un caballero que nunca lo fue. El mensaje del libro, cuidado al extremo, hablaba de las engañosas apariencias que suelen adoptar los seres humanos para cohabitar en paz, y del instinto de supervivencia sobresaliente ante cualquier cortesía diplomática. Una obra maestra que ahora se luciría como era menester: en la Feria del Libro de Madrid, ¿dónde mejor?
Y he aquí que la ansiada fecha llegó para solaz de nuestro Pérezsinreverte y su novela, situando al impalpable en primera línea de fuego popular, esto es, en la caseta de la librería donde se hallaban los ejemplares de su criatura. José asistió con sus mejores galas y apostó su contraportada en la silla colocada al efecto -más esperanzado que un peregrino en Lourdes-, para poco después quedar a cuadros con la situación presentada. Aquello no le podía estar pasando…
(Continuará…)
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