A veces, cuando te encuentras con artículos de otros escritores o comunicadores, sucede que te encuentras a ti mismo (misma en este caso), realizando un viaje hacia el tiempo que te gustaría vivir. Hacia el futuro.
Hoy me ha pasado leyendo al escritor Antonio Gargallo (Teruel, 1976), cuyas “Memorias de un novelista” me han hecho sonreír e identificarme totalmente. Él me lleva toda la ventaja de ser publicado ya sin esfuerzo (más que el de su trabajo como escritor), pero también sabe de los dolores de cabeza que todo principiante ha de sufrir.
Al igual que yo, se aparta de la dudosa coedición y apoya la publicación privada como la mejor alternativa al No editorial. Me guiña un ojo colega -sin saberlo- cuando afirma en sus líneas que su único deseo siempre fue ser leído. Ser leído y, añado yo, criticado para poder saber si eres realmente válido para la tarea, al margen de gustos. A mí se me negó hasta esto último por editoriales que aseguraban haberlo hecho: haber leído Evocación y no desear publicarla por “estar fuera de su línea editorial”, frase célebre donde las haya.
Mentira. Quien dice eso, muy probablemente ni siquiera ha abierto el documento adjunto a tu iluso correo. Porque de ser así… ¿qué problema habría en escribir un par de frases personalizadas sobre tu trabajo? No se pide un elogio; ni siquiera se pide un Sí. Se pide respeto para alguien que está entregando a ciegas el trabajo y la ilusión de dos, tres o cuatro años de su vida y confía en la profesionalidad del sector.
Creo que una primera novela no tiene -necesariamente- que ser una gran obra, salvo casos excepcionales (y ole por ellos) como sucede con Antonio, cuya “Tierra Fértil”, auto-editada, se vendió prácticamente sola. Generalmente, mis autores favoritos publicaron una opera prima que pasó sin pena ni gloria, y fue la segunda (o incluso tercera y cuarta) la que llegó definitivamente a los lectores debido a su mayor experiencia y pericia con las palabras.
Yo no puedo quejarme de la acogida que tuvo “La historia de Marilia”, aunque hubiera agradecido más opiniones/críticas por parte de los lectores que confiaron en mí. Recibí algunas, eso sí, y siempre estaré en deuda con quien realice un comentario acerca de mi escritura, bien sea sobre los libros o sobre el blog. Es algo totalmente gratuito y altruista por su parte, que merece todo mi cariño y recuerdo.
En cualquier caso, no se debería atajar con un hachazo de altivez (y aquí retomo el tema del sector editorial) el tallo que crece sin prisa pero sin pausa, antes de saber cuál será el color final de su brote, sólo porque en las floristerías nos ofrezcan los ramos ya preparados, perfectos y listos para su venta. Y menos cuando esa Flor que tan poco sabe de marketing, tiene tanto y tan variado que contar…
P.S.: Gracias a Lorraine C.Ladish que ya está inmersa en la lectura de “La Flor contada” (y según me dice, “enganchada”). Gracias a Antonio Gargallo por sus palabras de ánimo, y gracias a todos vosotros que me leéis y pretendéis -osados míos- seguir haciéndolo en el futuro… ¡GRACIAS!