SI QUIERES PUEDES ESCUCHAR LA CANCIÓN MIENTRAS LEES
EL DESVÁN.
Los desvanes,
al igual que nuestras mentes,
disponen de rincones
donde se almacena nuestro pasado.
Entrar en un desván es revivir
momentos olvidados,
memorias de un pasado
que a veces nos recuerdan tiempos
en los que vivíamos una vida
que ahora nos parece la vida de otro.
Rebusco en el baúl,
ese infalible universo
donde siempre me reencuentro con la nostalgia
Viejas fotografías;
unas gafas de sol
que alguna vez estuvieron de moda;
aquella camiseta de un concierto;
mi colección de comics de la Marvel;
mis discos de Loquillo.
Eran tiempos en los que ardíamos de amor;
en los que nos besábamos
a escondidas de nuestros viejos;
en los que nuestras irreflexivas
ocurrencias de adolescentes
nos hacían reír a carcajadas;
en los que tomábamos peligrosas curvas
en nuestro R5 de cuarta mano,
en cuyo asiento trasero
descubrimos el calor de nuestro amor.
Tiempos en que en un apartado lugar,
lejos de todo y de todos
veíamos amanecer,
fumando los dos del mismo cigarrillo.
Tiempos en los que la música de los 80
compuso la banda sonora de nuestras vidas;
tiempos en los que no necesitábamos a nadie,
porque nos teníamos el uno al otro,
y al mismo tiempo,
temíamos perdernos
porque temíamos a la soledad.
Vivíamos aceleradamente.
Teníamos suficiente con nuestro menú del McDonalds,
con dinero para la discoteca
y para tabaco,
y no nos preocupaba el futuro.
Pero el tiempo pasa
y toca vivir en ese futuro ignorado e ignorante,
presenciando como nuestro fuego es solo ceniza,
como el coche es un flamante familiar
cuyo asiento trasero
solo lo calientan las sillitas de los niños.
Le quito el polvo a una caja.
Saco el viejo tocadiscos de su interior.
Hago girar un elepé de Loquillo,
y me dejo transportar.
Cierro los ojos
hasta recuperar la imagen
del frescor de nuestros cuerpos,
de nuestras risas,
de nuestros besos,
de nuestros excesos.
Y sonrío.
Parece mentira como el tiempo nos consume,
como nos aleja
aunque nos mantenga cerca,
como muchos sueños se han estrellado
antes de emprender el vuelo,
y como hasta la música,
en otros tiempos poderosa,
parece sonar con melancolía.
Joder.
Como me gustaría
aunque solo fuese por una vez
que Loquillo me dedicase una canción.