Mientras en tantos montes y facultadesse parten la cabeza y el alma con el asunto decomo repartir bien el dinero y la tierra; hacealgún tiempo que ya ese tema (aunque importante)fue puesto en su lugar, dejando de ser un asunto tanfundamental. El argumento que terminó con la mentira fue presentado por la hasta ahora poco reconocida como se debe, escuela védica y dice: Supongamos que pudieramos repartir la tierra y la plata, ahora: ¿cómo repartimos la belleza? ¿Cómo repartimosla salud? Inmediatamente el problema toma otra profundidad,sin perder su urgencia.
Estamos en problemas de hecho, pero no es tan simplecomo repartir bien algunos bienes. Esa justicia, esapaz tan anhelada, no la vamos a encontrar queriendo solucionarlo todo de forma tan incompleta. Másbien seguiremos viendo resultados distintos a lo que esperábamos. De hecho todos quisieramos que fuera más fácil, queel día de la primavera durara más pero no esperemos que acá sea así. Pasadas las primeras estaciones de la niñez sabremos que ya no es así.
Ni repartiendo bien toda la tierra solucionaremos, el hecho desentirnos mal por la nuevas arrugas. Por eso el esfuerzodebe ir en conocer más de nuestra necesidad real. Tolerar elinvierno y el verano, la falta de salud a ratos, y estudiar en concreto qué narices nos hizo venir a experimentaresto... estemos en la facultad o en el monte. De lo contrariosólo nos queda (sin saber como funcionan implacables las estaciones)seguir reclamando porque pasa ligera la maldita primavera.