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El día de los tramposos, un brillante Mankiewicz

Publicado el 28 enero 2010 por Carmelo @carmelogt
El día de los tramposos, un brillante Mankiewicz
Western con tintes humorísticos rayando en el cinismo, con motín carcelario y acertada lectura del alma humana, con “El día de los tramposos”, Mankiewicz demuestra toda su sabiduría cinematográfica. Se apoya en la gran labor interpretativa de Kirk Douglas , en el papel de un ladrón y criminal sin escrúpulos que no duda en traicionar a todo el que tiene delante para conseguir el botín que ha escondido en un agujero del desierto, y de Henry Fonda, que representa a un alcaide de prisión justo, que quiere mejorar la vida de los reclusos y cree en la reinserción social.
El tono de la película es divertido, el canalla París Pitman ((Kirk Douglas) cae bien, hay que decirlo, y tiene carisma de líder. Nos conquista con su sonrisa y parece que le perdonamos su mal fondo. De hecho, el público de la sala se ríe con él.
El alcaide Lopeman (Henry Fonda) es, en cambio, un hombre serio, recto, y a veces parece aburrido, pero también cae bien.
Se plantea así un duelo entre los dos hombres, que tienen intereses contrapuestos, el uno, la codicia por el dinero, el otro, la idea de mejorar la cárcel del desierto de Arizona, construir comedores y hospitales nuevos para los presos y cambiar, en definitiva, la orientación del penal, antes dirigido por un funcionario corrupto.
Lo que se cuece detrás es más profundo, es la lucha entre el bien y el mal. Pitman es un diablo simpático y Lopeman es un hombre experimentado, símbolo de la justicia, la honradez, y de el hacer las cosas bien.
¿Quién triunfa? Pues aparentemente triunfa el bueno, pero se nos desmorona, quizá, la idea que tenemos de él en la última escena. Y digo quizá, porque se puede pensar que el alcaide no hace más que lo que muchos de nosotros pensaríamos hacer, darnos la buena vida y no pensar tanto en los demás.
El grupo de condenados está magistralmente definido. Existe el joven que ha cometido un pequeño desliz y que sin embargo tiene una pena excesiva, la pareja de farsantes embusteros que se hace pasar por reverendo y mudo y que por ello acaban en la cárcel, el chino con demasiado cuerpo y poco cerebro, el veterano recluido durante años, etc.
Y a todos ellos dirige París, Kirk Douglas, una suerte de Robin Hood pero en plan malvado, porque los engaña y traiciona a todos en busca de los 500 mil dólares que tiene enterrados, nada más y nada menos, que en un pozo con serpientes de cascabel.
Entre los carceleros también hay de todo, desde el pervertido guardián que quiere dar un trato de favor al joven, a cambio de …(ya imaginan), hasta los férreos vigilantes de las armas o el gordinflón al que se le rajan los pantalones en plena visita del gobernador.
El toque distintivo de Mankiewicz se nota, en fin, en la película en todos los aspectos, y la convierte en una gran y entretenidísima obra maestra del comienzo de los 70.

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