Revista Literatura

El día que se estropeó la lavadora

Publicado el 15 abril 2013 por B
Llegó el calor, a lo que algunos llaman primavera, y puedo desayunar en la terraza, tarde, con tostadas y leyendo las páginas de contactos en el periódico local: Padre e hijo, independientes, buscan señoras para compartir vida en pueblo, con buen corazón, seriedad, sin problemas económicos. Aplaudo mentalmente y estoy tentada de llamar, porque en estos tiempos que un hombre quiera a una señora en su casa es una maravilla.
Lo peor que tiene el buen tiempo es que las obligaciones pesan más, y las ocho horas laborales de rigor (nunca, nunca, nunca son ocho) parecen más perdidas que en invierno. Jamás digas nunca y prueba todo al menos dos veces, para asegurarte; esa es la excusa con la que nos justificamos Pablo Lófish y yo para estar bebiendo en la cafetería de un tren de vuelta a una hora no apropiada. De vuelta de qué, pienso a veces, si al final todo te persigue. Hacemos un repaso rápido a la actualidad y nos quedan muchas preguntas sin contestar. Nos gustaría saber si Jot Down sigue sin pagar las colaboraciones, lo bien que lo está haciendo Mongolia, lo insoportable que es Ana Pastor, si El País levantará cabeza y qué habrá sido de todos los inútiles de la promoción. El defecto profesional  y el apellido familiar nos puede y se nota cuándo preguntas qué tal va, ya que contestamos directamente las fotos, los libros, los artículos muy bien, gracias, tú cómo estás.
Beber con sol, que no con calor, es de lo mejor porque todo pega más fuerte, se siente más y menos mal que no nos ve nadie conocido. El reflejo del cristal del tren me devuelve la imagen de alguien que se siente como si estuviera esperando a James Bond mientras pierde al poker cientos de euros. Alguien debería escribir un artículo de investigación sobre el poder de las gafas de sol. Estoy tentada de decir vámonos al Casino, o incluso simplificar todo y decir vámonos al Bingo, vámonos a gastar dinero como si lo tuviéramos, pero ay, los pensamientos de jueves no se llevan bien con los horarios de domingo.
Llego a casa y la lavadora no centrifuga, hay ropa por lavar y noto un incipiente dolor de cabeza que no tiene nada que ver con el alcohol, sino con la sensación de que casi nada funciona. Aún así, hacía mucho tiempo que no era consciente de un día tan bonito como el de ayer.

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