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No deseaba otra cosa en su infinita andadura que ser aquello que no era. En su imparable empeño, recorrió el mundo entero buscando la manera.
Viajó a distintos momentos y lugares. Conversó con los filósofos clásicos, departió con los artistas y científicos renacentistas, se instruyó en las artes oscuras y abrazó la luz combatiendo la ignorancia y la superstición.
Hasta que llegaron unos tiempos en que daba igual lo que fuera, nadie le juzgaría por lo que era, sino por lo que aparentara ser. Lo que importaba no era cuan oscura o blanca fuera su alma, sino la piel que la envolviera.