Revista Talentos
Salí del consultorio. La angustia y el dolor me torturaban, pero lo peor era decírselo a mi padre. La llamada de mi hermano interrumpió mi pensamiento: "Vení urgente, papá sufrió un ataque". En el cementerio lloré y agradecí no tener que decirle a mi padre que yo iba a morir.