El dinosaurio que te comió

Me he decidido a escribirte porque oye, lo mismo necesitabas que fuera a rescatarte de lo alto de alguna torre. Hace tanto tiempo que no sé de ti que parece que un dinosaurio se te hubiera comido o que una serpiente gigante te hubiera secuestrado, encerrándote en una cámara secreta con siete cerraduras. Unos cuantos meses, y hubiera escrito mejor a tus padres, para darles el pésame por tu pérdida. Sí, ya sé que es un poco exagerado, pero imagínate que acierto... sin dar señales de vida en este tiempo, sin ningún tipo de seña, ni siquiera de humo, que me dijera que estás bien y que todo te va genial y que, al contrario que yo, has sabido superar el tiempo sin lo nuestro (nuestras canciones, nuestras conversaciones, nuestros libros, nuestros sueños). Es verano, ¿sabes? No sé, quizá te mudaste al polo y bueno, allí siempre es invierno. Los árboles del parque no quieren crecer, y nuestro favorito, en el que grabamos nuestras iniciales, ha decidido que no va a dar más frutas rojas. Pues tú puedes decir lo que quieras, pero estoy asistiendo a la decadencia de un mundo sin ti (y no me gusta un pelo). Espero que, al menos, allí donde te tienen secuestrado, te dejen soñar.