Reconozco en su mirada desgastada,
las puñaladas que recibe su alma
cada mañana.
Reconozco su falta de apetito
de salir de casa
y de mirarse al espejo.
Reconozco sus excusas
para no ir al colegio
y para decirme que no sabe
cuál es su lugar en la vida.
Reconozco que quiere ser
como el resto, libre y feliz.
No sentir la necesidad de escaparse
de aquellos que le esperan a la salida,
de aquellos valientes cobardes
que marcan en él lo inferiores
que se sienten.
Reconozco que se volvería loco
con alguna caricia desinteresada
mientras una lágrima
cayendo por sus mejillas
le da las gracias.