El dragón y el dinosaurio

Publicado el 17 septiembre 2010 por Nmartincantero

"El dinosaurio ha reemplazado al mito del dragón", dice un catedrático de paleontología en una entrevista publicada el jueves. Quizá porque llueve y llega el otoño o porque es altamente improbable que encuentre un dragón sobrevolando el cielo gris de la ciudad, el titular se me quedó pegado al cuerpo desde que lo lei.

El del dragón siempre me pareció un símbolo muy bello. Los dinosaurios, en cambio, no me dicen mucho. Esos bichos de plástico fabricados en Hollywood y replicados hasta el infinito por la industria juguetera no pueden compararse con los dragones poderosos, fieros, humeantes, temibles y redentores que dormitan en nuestra imaginación. Como dijo la poetisa Muriel Rukeyser, el universo está hecho de historias, no de átomos.

Una historia tradicional sueca:

Por culpa de una metedura de pata de sus padres, una joven princesa ha de casarse con un temible dragón. El rey y la reina informan a su hija de lo que le espera, y la princesa queda, como es natural, aterrorizada. Pero en cuanto se recupera del susto, corre a pedir consejo a una mujer sabia que ha criado 12 niños y 29 nietos y que lo sabe todo sobre los dragones y los hombres.

La mujer sabia dice a la princesa que, efectivamente, ha de casarse con el dragón, pero que lo haga siguiendo sus recomendaciones. De modo que le da ciertas instrucciones para la noche de bodas: concretamente, ha de llevar diez bonitos vestidos, uno encima del otro.

Y así, llega el día de la boda. En el palacio se celebra un gran banquete. Después de hartarse, el dragón lleva a la princesa en volandas a sus aposentos. Pero cuando, ya allí, se acerca a su esposa, ella le frena y le explica que, antes de entregarle su corazón, ha de desprenderse cuidadosamente de su traje de novia. Y, siguiendo las instrucciones de la mujer sabia, la princesa le explica que también él debe desprenderse de su indumentaria. El dragón accede de buen grado.

"Con cada capa que me quite, tú también has de quitarte otra", dice la princesa a su esposo. Entonces, tras deshacerse del primer vestido, la princesa observa cómo el dragón se quita la capa de fuera de su armadura escamosa. A pesar de que es doloroso, el dragón está acostumbrado a hacerlo periódicamente. Pero entonces la princesa se quita otro vestido, y otro y otro. Y cada vez el dragón encuentra con que debe despojarse de capas más y más profundas. Cuando llega a la quinta capa, el dragón comienza a llorar copiosamente. Pero la princesa continúa.

Con cada capa, la piel del dragón se va haciendo más y más tierna, y su forma se suaviza. Se hace más y más ligero. Cuando la princesa llega a la última capa, el dragón se deshace de los últimos vestigios de su forma de dragón y emerge como un hombre. Y, tratándose de un cuento tradicional, he aquí que aparece un apuesto príncipe con ojos brillantes como los de un niño. La princesa y su nuevo marido se dedican entonces a seguir el último consejo de la mujer sabia de los 12 hijos y 29 nietos. Y, por supuesto, a ser felices y a comer perdices.