Revista Literatura

El dulce dolor del primer amor

Publicado el 06 noviembre 2012 por Libretachatarra

Pese al fervor de la crítica “Moonrise Kingdom” no es, en mi opinión, uno de los puntos más altos en la cinematografía de Wes Anderson. Están intactos los trucos y el estilo típico de su cine: los planos fijos, los interiores como casas de muñecas, adultos que no terminan de crecer, niños más maduros que los adultos, la triste pátina agridulce de ser disfuncional en un mundo naturalmente disfuncional. Hay buenos actores, personajes memorables, líneas interesantes. Pero el filme peca de cierta fatiga, cierta reiteración de esos tics característicos de Wes Anderson. Sorprende menos que lo que podría esperarse. Pero, aún con esas observaciones, no deja de ser una película superior al promedio. 
“Moonrise Kingdom” es la historia de dos niños que se fugan porque están enamorados. Ambos viven en una isla. Él, huérfano, es un boy scout; ella, una hermosa niña de padres abogados al borde del divorcio, fanática de los libros infantiles de hadas y mundos fantasiosos. El escape de ellos está destinado al fracaso desde el principio. Sin embargo lo intentan. Es una hermosa metáfora del amor: sabemos que fracasará; pero no dejamos de intentarlo. 
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Como contrapartida al amor ingenuo, puro y auténtico de la primera vez, están las realidades de los personajes adultos. Los padres de Suzy, la niña, el matrimonio acabado de Bill Murray y Francis McDormand. Ella, enamorada de un policía solitario y tristón, un gran papel de Bruce Willis. Y el otro adulto, es el jefe de los boys scouts, Edward Norton, rígido en una serie de normas que contrastan con su función como jefe de los scouts. 
“Moonrise Kingdom” es un viaje a ninguna parte; es una huida, en un lugar del cual no se puede salir, es una lucha perdida pero que se sostiene sólo por algo: el amor. Pero la mirada que se tiene de ese primer amor es de un dulce y poético dolor. Los adultos están ahí para testimoniarlo y para ayudar a que ese primer amor que viven Suzy y Sam se acomode lo mejor posible a la realidad. La soledad de Ward, la convivencia sólo por los hijos de los Bishop, el amor imposible del Capitán Sharp, son distintos tipos de las complicaciones de las relaciones románticas en la vida real. Los adultos miran con mucho cariño la epopeya infantil de esos chicos. Quieren que el sueño siga, que la emoción perdure, que las esperanzas no se trunquen por el muro de la realidad. Sí, es una utopía. Es algo que no puede perdurar. Pero mientras tanto, vale la pena tratar de mantener viva esa ilusión de un par de pequeños por un tiempo más. 
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