El dios Ekeko, tal como hoy se lo representa, cargado de dones y regalos
Gracias al inconfundible liderazgo cósmico de Su Excelencia, que logró ablandar los corazones glaciales de los suizos, hace una semana fue traída de vuelta la illadel Ekeko, una estatuilla de piedra hallada hace siglo y medio en la ruinas preincaicas de Tiahuanaco y que representa al dios de la abundancia de acuerdo a la mitología andina de la región. Según los historiadores y otros ociólogos locales, fue robada entonces por un diplomático suizo en su periplo por Sudamérica, quien habiéndose prendado de la figura, engañó a los incautos indígenas, emborrachándolos con un extraño elixir conocido como cognac. Muy maléfico habrá sido el licor como para poner a dormir a toda una comunidad y que el saqueador cultural huyera con el botín con toda la tranquilidad del mundo. Por lo visto, los antiguos comunarios eran alérgicos al color del dinero y tuvieron que ser vilmente engañados por un chamán europeo y sus brebajes.
Según rezan las crónicas, ya se daba por perdida la preciada estatuilla hasta que finalmente apareció en un museo de Berna, luego de que los descendientes del intrépido aventurero, como vieron que solo era una menuda y exótica piedra tallada, decidieron donarla a las autoridades no vaya a ser que les trajera maldiciones. Así permaneció en las vidrieras de un rincón olvidado durante décadas, sin que nadie se diera cuenta del asunto.
Al ver este titular me convencí de que el Ekeko habia reencarnado
Tan terrible fue la ausencia de la figura que “desde que ella no estaba, se había roto el equilibrio y Bolivia no podía alcanzar la paz” según las sapientísimas deducciones de los yatiris aymaras. Menos mal que hace unos meses, una “delegación boliviana de alto nivel “ (sic) conformada por el vicecanciller del Estado, el viceministro de Descolonización, la embajadora en Suiza y Alemania, y dos guías espirituales escogidos llegaron hasta la capital suiza para reclamar la devolución inmediata del objeto so pena de encender la ira de Su Excelencia que, según un funcionario, era una prioridad del señor presidente, que no había escatimado en gastos para mandar a tan altos representantes en sagrada misión de recuperar la joya perdida.
Así las cosas, finalmente estos días de noviembre, fue anunciado a los cuatro vientos otro enorme y resonante triunfo de la diplomacia boliviana, ante los maestros de la diplomacia internacional nada menos. Con todos los honores de estado y con importantes autoridades presentes, Su Excelencia mostró orgullosamente al diosecillo objeto de todos sus desvelos, ya que las imágenes sugieren que parece identificarse plenamente con sus poderes y enigmáticos encantos. Coincidencias o no, desde que este país está bajo su mágico y bienaventurado reinado, soplan nuevos tiempos de prosperidad y felicidad nunca vistos.
Aunque ya no abunden las papas y frutas como antes, sin embargo, abundan tanto la dignidad y soberanía que se está pensando en hallar la forma de exportarlas. Hay tanta abundancia de bolivianos que se sienten orgullosos de serlo que posiblemente se los mande de asesores motivacionales a otros países tercermundistas. Se habla y se habla del “milagro boliviano” que abundan los estudiosos que quieren venir al país para desentrañar la receta, si hasta en los diarios del pérfido imperio se disputan los plumíferos por una cita a solas con el caudillo. Por si fuera poco, abundan tanto nuestras reservas internacionales, que según relamida confesión de Su Excelencia varios gobiernos vecinos le han pedido que les preste plata. ¡De país mendigo a país prestamista en menos de una década! ¿Dónde se ha visto tamaño milagro? ¿Dónde más?, sólo en la Bolivia de Evo, el nuevo dios de la abbondanza.
Ceremonia de sanación para que el objeto nunca más sea robado