Al salir de casa se detuvo ante al espejo. No solía hacerlo, pero aquella mañana apenas si se había prestado atención. Su reflejo lo miraba con más fijeza de la que cabría esperar. Quiso arañar lo que sus ojos escondían y al observar con más detenimiento, tuvo la sensación de que había estado enterrando su propia vida poco a poco, en las horas más ocultas y con la menor presencia posible. Su entierro había llevado una vida entera, si desaparecía ahora nadie iba a darse cuenta, ni una pequeña hondonada en la cama lo delataría. Después de todo el colchón era de látex.