Desde la habitación de su hermanita, observa muy atento el lago. Como cada atardecer, la explosión de naranjas y añiles hacen su aparición en el horizonte ya emborronado por los grises nocturnos.
Espera impaciente la señal, cuando las sombras del bosque, comiencen a danzar en la suave orilla,moteada de conchas y guijarros.
Ella le sonreirá de nuevo, como hace siempre desde el otro lado. Papá y mamáestán equivocados, no se ha ido al cielo, sigue jugando al escondite y no quiere perder…