Hace tiempo me contaron una historia que hoy me apetecía compartir con vosotros. Aquí va:
Había una vez un escorpión que estaba caminando sin parar y se encontró con un río que necesitaba cruzar. Miró a su alrededor y no encontraba el modo de hacerlo hasta que divisó un animal en el agua.
-Pato- llamó el escorpión-, ¿podrías venir un momento?
-¿Para qué? ¿Qué es lo que quieres?- preguntó cauteloso el ave, mientras se mantenía a una distancia segura.
-Necesito cruzar el río y tú me podrías ayudar- suplicó.
-¿Y cómo quieres que lo haga?
-Déjame montar a tu espalda y después solo debes nadar hasta la otra orilla. Allí me bajaré- le explicó.
-Tú sabes que eres un escorpión, ¿no?- nadaba en círculos frente a él.
-Sí, ¿y qué?- preguntó.
-Que si te dejo subir, me picarás, me envenenarás y moriré- contestó.
-De hacerlo, yo también moriría. ¿De verdad crees que busco mi muerte?
Estas palabras hicieron reflexionar al pato y poco a poco se fue acercando a la criatura.
-¿Estás seguro que no me harás nada? No quiero morir- insistió.
-Te repito que yo tampoco.
-De acuerdo, sube.
El escorpión le hizo caso y se puso a la espalda del pato. Este nadaba como siempre, al principio con gran temor por lo que pudiera ocurrir debido a su pasajero, pero según avanzaba ese miedo se marchaba hasta que de repente notó un pinchazo.
-¡¿Qué haces?! ¡¿No decías que no me ibas a picar?! ¡Ahora moriremos los dos!- el terror se apoderó del ave, mientras notaba como se le iban las fuerzas con rapidez.
-Pe-perdón… de veras que lo siento- apenas le salían las palabras-. Yo no quería, pero… mi naturaleza… no podía controlarla, no podía detenerla- se lamentaba mientras sentía como llegaba su hora, junto a aquel que trató de ayudarlo segundos antes…