—Confirmado. Esto es un infierno.
El trayecto en autobús desde el aeropuerto hasta Manhattan apabulló a Boris. Claro que había visto fotos pero, ¡caray!, aquello tenía poco que ver con su Moscú natal. Cuánta ropa, cuánto ajetreo, cuánta publicidad; había de todo para todos. Ojiplático, telefoneó al KGB de inmediato:
—Confirmado. Esto es un infierno.
—Confirmado. Esto es un infierno.