Revista Diario

El examen práctico de conducir

Publicado el 13 julio 2011 por Emilienko
El examen práctico de conducir
El examen me había salido perfecto. Claro que todos dicen lo mismo de sus suspensos en el examen práctico de conducir, pero en esta ocasión, siendo objetivo, mi ejercicio había sido impecable.
-Tendrá que hacerlo otra vez -dijo la examinadora, sin mirarme a los ojos, mientras me extendía el resguardo suspenso.
-Pero, ¿por qué? ¿Qué he hecho mal? -respondí.
-Inseguridad en general.
-¿He conducido de forma insegura?
-No tengo que darle explicaciones, pero no es esa inseguridad. Usted desprende inseguridad en general. Tiene que ir más rápido y resolver sus conflictos de circulación de forma más favorable para usted.
Iba a responderle que dónde venía eso en el código, pero la experiencia de muchos años de aquella mujer me dejó con la palabra en la boca, plantado en el sitio y lleno de rabia, mientras ella se marchaba. Entonces me ocurrió por primera vez.
Lo noté en mi pelo, que por su propia cuenta abandonó su posición habitual: dejó de estar sumisamente peinado hacia la derecha y atrás para caer hacia ambos lados con una raya en medio, como lo llevaban los abusones de los colegios en los años noventa. Y sin quererlo, me quité las gafas.
Es difícil saber por qué uno es capaz de reconocer ciertos procesos que afectan a su cuerpo por primera vez, pero a todo el mundo le ha ocurrido en alguna ocasión. Como cuando los niños asocian los cambios en su cuerpo con el inicio normal de su propia adolescencia o como cuando la necesidad de leer ese libro desde más lejos avisan al cincuentón de una presbicia incipiente.
Yo supe que toda la rabia que sentía en aquel momento había provocado que Él saliera en ese momento por primera vez, encerrando a mi personalidad habitual en cualquier cirvunvolución escondida de alguno de mis lóbulos cerebrales.
-Conque tengo que ir más rápido y resolver mis conflictos de forma más favorable, ¿no? ¿Pues sabes lo que te digo? -dijo Él usando mis propias cuerdas vocales y contra mi voluntad.
-No lo digas, no lo digas -intenté reprimirlo.
-Espero que no tengas familia, ni que tú tampoco nunca te pongas enferma y te tengas que operar. Porque intentaré operarte más rápido y resolver los conflictos que aparezcan durante la cirugía de la forma más favorable para mí.
-Por favor, ¿por qué has dicho eso? Es antideontológico, aparte de seguramente ilegal.
-¿Te has enterado bien,...
-¡Cállate, no digas esa palabra, por favor!
-...ZORRA? ¡Mi examen era para aprobarlo! ¡Créeme que yo sé más de exámenes que tú! ¡Aprobé exámenes en alemán!, ¿te enteras? ¡¡Aprobé una dura Farmacología después de meses de memorización de nombres imposibles!! ¡¡¡Aprobé temarios de manuales de más de dos mil páginas, moléstate en enterarte de mis notas de Fisiología y Pediatría!!!
Aunque el hecho de haber aprobado la Pediatría implica que ya estoy en quinto de carrera. Y para entonces, ¿yo no había conseguido ya el carnet de conducir?
El calor es tan sofocante a las cuatro de la mañana que me despierto con sed. Bebo agua de la botella del frigorífico y vuelvo a la cama. No me preocupa mucho soñar con un síndrome disociativo de doble personalidad que evidentemente no tengo, pero antes de meterme en la cama me aseguro de que no se me ha pasado la fecha de renovar el dichoso carnet de conducir. Se ve que sigo sin superar del todo el haber aprobado a la tercera.
Foto: Que alguien me lo recuerde antes del 2014.

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