Aquel extraño pareció adivinar cómo se sentía tan solo mirándola a los ojos. Fue la verdad más sincera que nunca nadie antes se había atrevido a decirle. Fue entonces cuando la niña comprendió que tal vez aquel extraño tenía razón y que a veces debemos mirarnos un poquito al espejo para recordar lo que a veces olvidamos, para recordar quiénes somos. Pues los extraños, sin saberlo, nos hacen regalos de esos que nunca olvidamos.
Y en esta vida, una vez serás la niña y otras el extraño que regales la esperanza a alguien. Porque la vida nos pone a veces en el lugar de los demás, para que podamos entender mejor qué hemos venido a hacer aquí....