Revista Literatura

El fantástico perro parlante-3. Con su propia voz

Publicado el 31 mayo 2013 por Xabelg
El fantástico perro parlante-3. Con su propia voz
Laura aún estaba un poquito conmocionada ante el impacto de presenciar que el perro fuera capaz de hablar. Le cayó como una bomba, al igual que a Javier en su momento, el día anterior. Pero ahora Javier parecía divertido ante la situación que se desplegaba ante ellos.
-Esto... esto no puede ser...
-Ya ves que si, Laura, yo también pensé que no podía ser, pero mira, así es, no se por qué.
-Y desde cuando hace esto de hablar?
-Desde ayer, ayer habló por primera vez, y casi me da algo, igual que a ti hace un momento.
-Y como es que... como puede hablar?
-Pues no tengo ni idea , eso no me la ha dicho, preguntémosle a él.
Laura vaciló unos instantes, era una situación extraña, el hablar a un perro y saber que iba a contestar. Se decidió y se dirigió al perro:
-Como es posible que puedas hablar?
EL perro levantó la mirada hacia ella, mientras Javier observaba toda la situación como quien está viendo una telecomedia por televisión.
-Lo conseguí tras años de escuchar a la gente hablar, y a través también de la lectura...
-Como? Que también sabes leer?
-Si, eso fue la parte más fácil, y tenía los medios al alcance. Empecé desde cachorro, con los papeles de periódico que me ponían para hacer mis cosas, tenía mucha curiosidad por ello. Después, leía fragmentos de los libros que Javier deja por todas partes.
-Que también lees?
-Y como es que nunca hasta ahora habías hablado?-Se metió Javier.
-No conseguía terminar de dominar la pronunciación hasta hace muy poco. Siempre practicaba cuando estaba sólo. Cuando nadie podía oírme. Aunque me costó mucho tiempo, más del que me hubiera gustado.
-Todos los perros pueden aprender a hablar?-Preguntó Laura, curiosa por saberlo, pues ella también tenía perro.
-No lo se, no conozco a ninguno que lo haga.
Laura tenía que irse, se le hacía tarde, y la impresión de lo que estaba presenciando era muy grande. Los dos la acompañaron hasta el lugar en donde había dejado aparcado el coche, no lejos de allí. Javier y Laura, iban uno al lado del otro, con cara de estupefacción aún, un poco mas adelantado, al otro extremo de la correa, iba Rufo, con un trotecillo alegre. No dijeron nada hasta que llegaron al coche, cada uno de ellos tenía que dar vueltas a las ideas a su manera. Al llegar al coche se fumaron un cigarro y Laura rompió con el silencio:
-Estoy alucinada aún...es...es que...eres peculiar hasta para tener perro-Rió.
-Que quieres que te diga, para explicar esto no se si hay palabras, al menos unas que yo conozca.
-Ya. Al menos, ahora podrá decirte lo que necesita o lo que quiere en cada momento...
-Eso si, oye...
-Me he llevado una señora impresión,sabes? Para la próxima vez que tengas algo así, avisa antes, que me ha pillado totalmente desprevenida.
-Yo todavía estoy medio en shock, así que en parecidas condiciones estamos.
-Bueno, majos, me tengo que  ir a casa, que me esperan, pero nos vemos pronto, hasta luego.
-Hasta luego, Laura, ya te llamo estos días.
-Hasta pronto Laura, vuelve pronto a vernos-Se despidió Rufo.
Se quedaron hasta que hubo arrancado y vieron como el coche se alejaba hasta difuminarse en el paisaje.
-Y ahora, que?-Murmuró Javier
-Ahora, pues...vamos a ese césped de allí, que tengo ganas de... ya sabes.
Se dirigieron a una especie de parquecillo, que parecía más bien un jardín, desde donde se veía pulular a la gente que iba y venía a la estación de Feve. En el pequeño parque, había un hombre con gruesas gafas, y aún mas grueso bigote, de unos cincuenta años, que llevaba un pastor alemán con una correa corta. El pastor alemán gruñó a Rufo nada más verlo, pero Rufo lo ignoró, como solía hacer con casi todos los demás perros. Hizo sus cosas, y Javier las recogió en una bolsa pequeña de una  que llevaba en el bolsillo para esas cosas, aunque no era una bolsa específica para deposiciones de perros,era una bolsita de una farmacia, de cuando fue a comprar aspirinas, para Javier hacía las mismas funciones, ya que era del mismo tamaño, y de material más robusto. Cuando la tiró a la papelera, vieron que el pastor alemán hacía lo mismo, pero el hombre que lo llevaba de la correa se hacía el sueco.
-Has visto lo que hace ese hombre?-Musitó Rufo.
-Si, vaya marranete que está hecho. Luego por culpa de estos cafres, a todos los que vamos con perros, nos miran mal.
-Y si le decimos algo?
-No se yo si a esta gente decirle lo que sea vaya a servir para que...
-EH, QUE SE LE OLVIDA EL REGALITO AHÍ, SEÑOR!!!
Javier se puso pálido al oír como su perro increpaba al hombre. Cuando el hombre dirigió a Javier una mirada asesina con ensañamiento incluido, se puso más pálido aún. Al menos  había servido para que lo miraran, y tuvo que recoger el residuo, a regañadientes, y con ganas de refrotarselo por la cara a Javier. Cuando el hombre se alejó, Javier le llamó la atención:
-Oye, haz el favor de no hablar delante de la gente, y menos para increpar a alguien, que nos pueden agredir o algo!
-Perdoname, se me escapó, no me lo podía callar, no te enfades conmigo.
-Vale, no me enfado, no te preocupes, es que por un momento creí que se podía montar una trifulca. No sería raro, y menos en esta zona.
-Bueno, pero..has visto la cara que ha puesto?
-Si, le salía humo de las orejas.
Por primera vez escuchó como se reía Rufo. Pensó en que podría ser la única persona en todo el mundo que había escuchado el sonido de la voz, y de la risa de un perro. Volvieron a casa mientras el sol se escondía.

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