Hoy oí hablar a Pablo Fernández de los estragos que causa el término de una sociedad de dos. Cómo pierdes el derecho a usar las anclas de identidad que daban sentido a tu vida. Cómo algunos resistimos en el límite del final, evitando pasar al otro lado, donde ya no hay nada porque no hay lo que había.
Puede parecer que la angustia del paso al vacío es lo peor, o que el vacío después del fin es lo peor de lo peor. Pero lo infernal está en la automatización de esas vueltas en círculos donde una se desliza cuando algo no funciona y sea que pueda arreglarse o no, se han declarado ya las nulas intenciones de arreglarlo. Él usó la expresión "parejas civilizadas": los acomodados al continuo perdón de cosas que ya no importan.
Silvia Parque