Acabar con él. Degollarlo. La cabeza al suelo, como María Antonieta y aquellos otros. Dejar el asunto zanjado a las bravas. Olvidar el final, como en los sueños. ¿No era eso? El final cortado. Ausente. El final abierto. Ciego. Como abandonado sin razón a la suerte del tiempo. Bailando sólo y confuso, como pollo sin cabeza.