Se escondía tras un lente.
No un lente cualquiera.
Era de la clase que reflejan el alma.
Husmeaba incesante entre las curvas indescriptibles del resto.
Unos cuantos retratos; no más de 4, le hicieron percatarse que no era lo que buscaba.
Entre bambalinas y escaleras.
Entre telas y maquillaje.
Incluso entre el público asistente.
Allí estaba. El lo sabía.
Cámara maldita.
Cámara adivina.
No era un rostro común pero tenía la facilidad de pasar desapercibida.
Su esqueleto no bailaba con el viento pero sí con la música.
Un "flash" bastó para que su transformación iniciara.
Pequeño destello que iluminó la vida.
Destello maldito que la reconocería.
Sonrisa sin falacias, mirada sin secretos, cuerpo sin dueño, labios sin temor: todo un misterio.
Nunca conocí la cara del fotógrafo pero definitivamente el logró que su rostro hablara.