El fuego de mis pesadillas

Publicado el 01 noviembre 2019 por David Rubio Sánchez

     ¿Qué tal han pasado esta noche de Halloween? ¿Han encontrado algún fantasma? ¿Tal vez un vampiro, un zombie o cualquier otra criatura del ultramundo? Si es así, y si ahora están leyendo esta entrada, les doy la bienvenida al mundo real.
       Aunque, ahora que lo pienso.
       ¿Están verdaderamente seguros de haber despertado?

Imagen diseñada por Estrella Amaranto


EL FUEGO DE MIS PESADILLAS (escrito por Estrella Amaranto, M.A. Álvarez, Puri Otero y Yessy Kan)


     Cada vez que cambio de casa me cuesta más conciliar el sueño, es como si tuviera un alarmante presentimiento de que algo terrible va a sucederme y así noche tras noche sufro espantosas pesadillas... 
     PRIMERA PESADILLA: 
    Escuché el timbre del teléfono del salón. Descolgué el auricular sin oír a nadie al otro lado de la línea, entonces interrogué: “¿Hay alguien ahí?”, sin obtener ninguna reacción; dejé pasar unos segundos hasta que colgué y me mantuve pensativa mirando el aparato, después me fui al estudio para seguir leyendo. No pasó mucho tiempo cuando volvió a sonar y lo cogí. Nuevamente no oí nada, aunque insistí: “Dígame, sí...” mas no hubo respuesta, cortándose de nuevo la comunicación, con lo que pensé que serían fallos técnicos. Justo en el momento de entrar otra vez al cuarto se repitió la misma llamada, por lo que pregunté si me escuchaba y por fin esta vez percibí un extraño goteo, cloc, cloc... Repetí de nuevo: “¿Quién eres?”, sin embargo, seguía sin contestación. Aquel mutismo me hizo retroceder y soltar el receptor. Entre tanto desconcierto, decidí irme al baño a refrescar la cara, no obstante, al acceder me quedé petrificada al contemplar a mis hermanos degollados dentro de la bañera y con el grifo abierto... Recorrí toda la casa buscando al asesino, pero no había nadie más que yo y las pastillas que el psiquiatra me recetó encima de mi mesita de noche. 
     SEGUNDA PESADILLA: 
    Caminaba entre las tumbas de aquel derruido cementerio y entre unos matorrales pude ver unos esqueletos en procesión cuando alguien me empujó y caí dentro de una de ellas. Me levanté y para mi sorpresa un largo sendero me invitaba a caminar bajo tierra. Caminé largo rato y al final del camino un ser abominable con un gran ojo en la frente me estaba esperando. Quise dar la vuelta y escapar pero una sustancia gelatinosa me tenía atrapada. Quise gritar pero mi boca no conseguía articular palabra y enmudecí mientras con sus garras me atrapaba. 
   Desde lejos unas voces le asustaron y me soltó. Corrí sin mirar atrás, hasta que las fuerzas me abandonaron. Gire mi cabeza y vi cómo se acercaba a grandes pasos una vez más, mientras una voz de ultratumba me decía: 
     —¡No conseguirás escapar, ríndete y todo se acabará! 
     —¿Qué quiere de mí? 
     —Tu corazón, ja ja ja —respondió entre carcajadas. 
    Recuperé las fuerzas y volví a correr pero esta vez no conseguí escapar y sentí sus garras abrazando mi cuerpo. 
      —¡¡¡Déjame fiera inmunda!! —grité entre sollozos. 
      Pero él seguía abrazándome fuertemente hasta que perdí el sentido y desperté. 
      —¿Qué sucede cariño? 
      —Otra pesadilla. 
TERCERA PESADILLA: 
    Me fui desvaneciendo hasta fluir en el líquido onírico, donde me encontré con el rey de las tinieblas. Él me miró fijamente. 
     —No deberías haber venido aquí. —me anunció Belcebú. La horrible faz siniestra desplegó sus enormes fauces de piraña y me escupió un vaho podrido. 
      Me pellizque la mejilla, pero mi piel estaba tan congelada que no sentí nada. 
      Salté y corrí desesperada. Pero de un zarpazo con su lengua larga me atrapó. 
     —¡Aquí está! ¡La tenemos! —le escuche decir, con sus manos largas y podridas me agarró por el cuello y me llevó a rastras por las inmensas gradas del abismo. Me recibieron unos diminutos seres flotando y aleteando a mi alrededor y que repetían sin cansancio: 
      —¿Por qué no dejas en paz a los muertos? 
    ¡Agh! Los huesos de mi frágil cuerpo presionaron mi pecho y escupí sangre. ¡Llagas y ampollas comenzaron a roer mi piel! Lentamente sentí que algo iba extrayendo el flujo vital que me mantenía viva. Un grito aterrador escapó de mi garganta, lo tenía delante, sin poder esquivar su voracidad. Solos él y yo, en su terreno, violando sus dominios. 
     —¿Has estado alguna vez cerca de la muerte? —me preguntó, tras soltar una carcajada gutural. 
CUARTA PESADILLA: 
     Subí en mi coche poco antes del amanecer. Lo puse en marcha. Salí del aparcamiento. Activé la radio. Estaban emitiendo una agradable melodía. Conduje hasta la avenida principal y cuando vislumbré que el semáforo se puso en rojo, pisé el freno. No obstante, palidecí de terror al comprobar que el coche seguía en marcha y que el freno no funcionaba. Atemorizada, lo pisé una y otra vez, pero el coche traspasó el semáforo en rojo. Quise controlar el volante, sin embargo, mis manos no eran capaces de dirigirlo hacia donde deseaba. El coche recorría las calles, habiendo yo perdido totalmente el control sobre él. La música se volvía más estridente y chirriante, mas no podía apagarla. La gente me pedía que parase, otros vehículos me esquivaban y tocaban el claxon. Llegué hasta una cuesta alta y con una gran pendiente y cuando el coche alcanzó la cima, se detuvo. Respiré aliviada, pero me sobresalté cuando mi vehículo comenzó a descender por la cuesta marcha atrás. Una vez más, era incapaz de detenerlo. Entonces, creí ver algo en el espejo retrovisor: un rostro de ojos espantosos me observaba con insistencia desde el asiento trasero. Emitió un grito horrendo. Desperté muy angustiada... 
     Al quinto día me levanté sobresaltada y con una fuerte opresión en mi pecho, por lo que decidí pedir una cita con mi psiquiatra, él me trataba después de que el incendio provocara la muerte de toda mi familia. 
     Cuando entré en la consulta me asusté al ver un teléfono igual al que había aparecido en mi primer sueño y fotos de tumbas vacías y del diablo por todas partes. 
     —¿Qué haces aquí? 
     —Necesito su ayuda. 
     El psiquiatra cerró la puerta y me hizo señas para que me acomodara en un diván. Los labios se le curvaron en un amago de sonrisa y se rascó la cabeza. 
     —Recuerdo perfectamente esta habitación… —dije, hilvanando la conversación. 
    Hacía mucho tiempo que no acudía allí. Él me miraba fijamente, pero yo no me atrevía a confesarle que no importó todo lo que me aconsejó el anterior doctor. No pude evitar el fuerte impulso de encender la cerilla…
FIN
   
      Este estupendo relato, que nos lleva a aquellas historias terroríficamente adorables de Creepshow, ha sido escrito a cuatro manos por Estrella Amaranto, M. A. Álvarez, Puri Otero y Yessy Kan, de acuerdo con el MICRORRETO ESPECIAL: RELATOS COLECTIVOS que anunciamos en septiembre.
   Quiero agradecer a las cuatro su participación y esta fantástica historia. ¿Qué tal os resultó la experiencia? ¿Fue difícil organizarse? Contad, contad...
      Y, por supuesto, os invito a conocer sus estupendos blogs para leer todos sus relatos:
       ESTRELLA AMARANTO: BLOG LITERARIO AMARANTO

       M. A. ÁLVAREZ: EL BLOG DE M. A. ÁLVAREZ


       PURI OTERO: DULCINEA DEL ATLÁNTICO
     
       YESSY KAN: MANIFEST KAN
           
             No os perdías este domingo otro relato de terror escrito a cuatro manos:

       ¡Saludos Tinteros!