Pero fue Pier Paolo Pasolini, granpoeta y cineasta, quien haya dado quizála mejor y más hermosa definición: ''Elfútbol es un sistema de signos, por lo tanto es un lenguaje. Hay momentos queson puramente poéticos: se trata de los momentos de gol. Cada gol es siempreuna invención, es siempre una subversión del código: es una ineluctabilidad,fulguración, estupor, irreversibilidad. Igual que la palabra poética. Elgoleador de un campeonato es siempre el mejor poeta del año. El fútbol queproduce más goles es el más poético. Incluso el dribbling es de por sí poético (aunque no siempre como la accióndel gol). En los hechos, el sueño de cada jugador (compartido por cadaespectador) es partir de la mitad del campo, driblar a todos y marcar el gol.Si, dentro de los límites consentidos, se puede imaginar en el fútbol una cosasublime, es ésa. Pero no sucede nunca. Es un sueño''. Lástima que Pasolini,no haya visto jugar a Maradona o a Zidane.GabrielGarcía Márquez, si bien en un principio fue escéptico, declaró: ''No creo haber perdido nada con esteirrevocable ingreso que hoy hago públicamente a la santa hermandad de loshinchas. Lo único que deseo, ahora, es convertir a alguien''.
Quién no ha disfrutado de Eduardo Galeano, ysu ‘Fútbol a sol y sombra’, donde se confiesa como un ‘matado’ (inepto) para lapelota, pero su forma única de describir el juego y el sentimiento del hincha,plagado de nostalgia y aroma decotidianidad, decía “el gol es el orgasmodel fútbol. Como el orgasmo, el gol es cada vez menos frecuente en la vidamoderna”.
Pero fue Manuel VásquezMontalbán, eximio literato, bon vivanty aficionado de lujo culé, uno de losprimeros en demostrar que futbol y literatura no siempre deben estar peleados. Y sin duda uno de los más mordaces y más lúcidos en teorizar sobre el deporte ysus implicaciones. En su obra “Futbol una religión en busca de Dios”, aventuraque el deporte rey se ha convertido en una religión para los hinchas y comparaa los estadios con catedrales, y se muestra crítico con la inevitable comercializacióndel espectáculo al ritmo que marcan la Fifa y las transnacionales del marketingdeportivo y las televisiones.Los literatos que aman el fútbol, son ante todo puristas, sólobuscan la belleza del juego y explicarya sea sociológica o poéticamente el cúmulo de emociones del alma humanadesembocadas en un torrente apoteósico llamado gol. Como naturales estetas delas letras, los escritores aborrecen lasacciones violentas o todo aquello que lastra o desluce las acciones de juego yla parafernalia circense que le acompaña.