El gordo y el pelado

Publicado el 10 noviembre 2014 por Pablo Ferreiro @pablinferreiro

Damaris camina a la casa de ropa de la señora, trabaja allí desde hace ocho años, hace poquito la efectivizaron. El camino desde su casa es muy bello, hay árboles de ambos lados de la calle, las personas llevan a los niños a la escuela, algunos barren la vereda. Casi todos los días es lo mismo, a Damaris le gusta, tambien le gusta su trabajo. Damaris tiene alrededor de 26, usa rulitos cortos y calzas todo el invierno. Abre el negocio, pone música, atiende con una sonrisa. Cuando vuelve a casa su nena le da un abrazo y le cuenta como le fue en la escuela. Damaris es feliz.
Hay un negocio que abre a la tarde que le llama la atención, está en un pasillo, en un sucucho de una galería. Esta casi todo el tiempo a oscuras, decorado con telas y cosas brillantes, berreta. Ella lo mira siempre de lejos y la curiosidad la mata pero no se acerca. Damaris le ganaba a la curiosidad hasta que una noche, previa a una festividad un tipo disfrazado de bruja se le cruzó en el camino. El tipo le dió un corazón de papel glasé y desapareció a las corridas gritando. El corazón decía “terminá con esto” y la dirección del local lúgubre. Un poquito se asustó al principio, caminó algunos metros y la curiosidad dió vuelta el partido. En la vidriera del local había un cartelito guacho “borre su pasado, entre”. Ahí el susto emparejó y Damaris se fue al trotecito. Abrazó a su nena más fuerte al llegar a casa y la miró a los ojos, la miró mucho.
Durmió mal toda la semana, atendió mal a los clientes, se quejó de la mugre en las veredas, los huevos fritos le salieron con la yema dura, estaba nerviosa, abstraída. Todos los recuerdos le revoloteaban, su padre remisero, la abuela, sus compañeros de la granja y Daniel. El hijo de puta de Daniel que se borró cuando nació la nena. Se llevó toda la merluza, se llevó la plata. Le dejó a la abuela, que no escuchaba un carajo, que no tenía jubilación, que se cagaba encima. Cuando se murió la vieja, cuando no le quedó otra que entregarse a la granja. Recordó la abstinencia, las noches sin dormir, los deseos de matar a la nena que es lo peor porque cuando lo recordás te da miedo de que las ganas vuelvan a aparecer. Se acordó de la granja, mucho,de lo que tuvo que hacer para conseguir una línea cada tanto, de la comida de mierda, de lo que sufrían esos pibes.Se acordó del Gordo que la cuidaba y cuidaba la nena, el gordo que debe estar en la granja porque le quedó miedo a salir. El gordo que le dejó la casa de ahora, en el barrio lindo, el gordo que se falopeaba de piola porque no tenía nada mejor que hacer. Y se acordó más de Daniel, del maltrato. También se acordó de la biblia, pero muy poquito. Y después de eso empezó a temblar , a llorar y al otro día a la tarde fue directo al localcito a que le saquen esto que le había agarrado.
-Quiero olvidar.
Damaris puso $500 arriba del mostrador. Una vieja en bombacha agarró la guita y se fue para arriba. Bajó un tipo de anteojos, pelado, chiquito.
- El procedimiento es sencillo, le vamos a borrar las líneas de la mano. Usted quedará sin pasado. Pero debo advertirle que eso puede generar cambios que no se pueden resolver nunca más...
-Entonces no es muy seguro
- Seguro lo que se dice seguro, es. Pero vió como son estas cosas. Vamos probando, nadie volvió a quejarse, tampoco volvieron a agradecer. Nadie volvió. Lo que sí sabemos es que borra todo, hasta lo que se hizo en otras vidas. Mire
El pelado muestra las manos lisas.
- Yo en otra vida casi puedo asegurar que fui eunuco. No sabe las complicaciones que me trajo. Por suerte, después de mucho estudio junto con mi madre...
El pelado señala a la vieja que se está rascando la espalda contra el salpicre.
-Entonces todo sale bien, es decir usted esta acá. A mi me pasaron cosas bravas que quiero olvidar pero son de esta vida. Nada sobrenatural.
- Más fácil entonces. No se preocupe. Lo que sí, algunas cosas pueden cambiar, pero leve. Por ejemplo, le cuento en confidencia que cuando borré mi pasado sólo desapareció una pirámide y a mi madre se le endurecieron los glúteos. Fuera de eso, nada que merezca la pena extrañar. Además, usted parece un alma fresca. Debe haber tenido una existencia anterior insignificante, diría yo que de rata de puerto en París pero me puedo equivocar.
-Terminemos con esto por favor. No aguanto más el tembladeral, a usted tampoco lo aguanto y por favor dígale a su madre que deje de tirarme arroz, que no soy una paloma. ¿Duele?
- No va a sentir nada. Solo se va a dormir un rato que le va a parecer largo pero va a ser un cachito. Acuéstese con las palmas para arriba.
El pelado tomó un tachito y vertió un polvo amarillo en las manos de Damaris. En efecto Damaris se durmió. El sueño que le apareció es , como casi todos los sueños, difícil de contar. Pero había un caballo, había merca, había un payaso y estaba Napoleón. Cuando despertó estaba en su casa, todo estaba apagado. Fue a buscar a la nena que de repente era otra nena, muy flaquita, mugrienta. Fue a la cocina y en la mesa estaba Daniel y había un montón de bolsitas de cocaína. Daniel le cacheteó el culo. Damaris corrió afuera pero no había afuera. La casa estaba en el medio de la nada. No entendió como estaba allí. Abrazó a la nena un cachito y enseguida se abalanzó sobre la mesa y se metió 10 nariguetazos seguidos. Se rompió la nariz y convulsionó hasta morir. Daniel se reía con la nena en brazos.
Al minuto estaba en una nube, el gordo apareció al lado de ella.
- Por fin te despertaste. Te esperaba. Te necesitaba acá
- ¿Vos sos Dios?
-Si
-Me hubieras dicho.
- ¿Que cosa?
- Que me querías dar una lección, ¿hacía falta hacerme vivir esto? Vos siempre tan dramático
- No entiendo de qué hablás, hace como nueve años que dormís. Saliste en coma de la granja y desde entonces espero que despiertes. Traté de ayudarte, pero el pelado, el de abajo, me cagó. Que se le va a hacer, se gana y se pierde. Vamos a dar una vuelta que por acá es todo muy lindo.
El gordo la agarró de la mano y la llevó a través de unos arboles hermosos, caminaron toda la mañana.