El gran cambio #cuentosdeNavidad

Publicado el 03 enero 2022 por Olgasierra @mimododever

Guiomar llegó el domingo diciendo que alguien, en la calle, le había cambiado su frío por un cartón de leche. Apenas le prestamos atención porque mi hermana es una chiquilla fantasiosa y acostumbramos a seguirle la corriente cuando nos habla de hadas o duendes. En casa pensamos que la leche había sido cosa de Germán, el tendero, que desde hace un tiempo anda enamorado de mamá.

El lunes, cuando comenzaba a llover, salió con sus zapatillas rotas. Mamá intentó impedirlo porque, cada vez que se moja se resfría, pero antes de que pudiera hacer nada se le escurrió de entre las manos y acabó dejándola con la palabra en la boca. Al cabo de media hora, regresó con unas botas nuevas bien lustradas, guantes de lana y calcetines con borlitas de terciopelo. Dijo que los había cambiado por sus viejas zapatillas. Lo achacamos a Benjamina, la mujer del zapatero, que siente debilidad por mi hermana y siempre le hace algún obsequio cuando se acerca a pasar la tarde con ella o le acompaña a hacer los recados.

El martes, mientras mamá trataba de inventar comidas rebuscando en una nevera casi vacía, vi cómo salía a hurtadillas con Guiomarcita, la muñeca de trapo que le hizo papá, la que más le gusta y sin la que no consigue dormir. Minutos después, regresó con varias hogazas de pan y un pollo. Era tanta el hambre que teníamos que ninguno le preguntamos por qué lo había cambiado en esta ocasión.

El miércoles, al volver del colegio, su sonrisa mellada se fundió con las nuestras. Había traído ropa nueva para todos. Trajes de punto para los gemelos; una americana de lana y un precioso vestido de flores para mamá; un pichi azul marino con un enorme lazo celeste en la espalda para mí y hasta un moisés de mimbre lleno de peluches para el pequeño Asier. Esta vez, dijo que lo había cambiado por tres de sus dientes. Mamá se puso seria y le preguntó quiénes eran esas personas que le regalaban tantas cosas. Quería conocerles y darles las gracias personalmente. Guiomar bajó la mirada. En voz muy baja dijo que a ellos no les gustaban los mayores.

El jueves, mamá no se levantó para prepararnos el desayuno. Supe enseguida que, otra vez, regresaban los dolores y la fiebre y no había dinero para sus medicinas. El pequeño Asier reclamaba leche de una teta que parecía haberse secado de golpe. Me acerqué a Guiomar y le pedí que hablara con sus amigos para ver si podían ayudarnos. Cogí la manta de mi cama y se la puse en las manos para que la cambiara por cualquier cosa, pero ella se negó, dijo que yo la necesitaría por la noche cuando refrescara. Se marchó, pizpireta, con sus botas nuevas, sus guantes y sus calcetines con borlitas de terciopelo.

Al llegar al cerco de la puerta, se giró y me dijo adiós con la mano mientras esbozaba una sonrisa que, al recordarla, creo que estaba cargada de tristeza. Al poco rato, sonó el timbre y cuando abrí me encontré con un carro lleno de comida, fruta, galletas, chocolate, leche para Asier, turrón, polvorones, un árbol de Navidad y medicinas de sobra para varios meses.

No he querido preocupar a mamá hasta que se encuentre un poquito mejor y pueda levantarse, pero, desde el jueves, no hemos vuelto a ver a Guiomar. En la calle suenan villancicos y risas y yo me siento culpable por haberla empujado a salir. He recorrido con los gemelos cada calle buscándola. Hemos tocado, una por una, todas las puertas, revisado cada callejón, cada escondite, preguntado en cada tienda, en la escuela, pero no hay ni rastro de ella.

Algunos vecinos dicen que la vieron montar en un coche grande con una señora muy elegante que no parecía del barrio. Benjamina ha encendido seis velas en la iglesia, una por cada uno de sus años, y ha llenado el escaparate de la zapatería de rosas amarillas, las favoritas de mi hermana. Germán organiza batidas de búsqueda y, cada tarde al cerrar su tienda, sale con el camión y una cuadrilla de voluntarios para peinar los alrededores. Hasta el cura ha pedido por ella en la homilía del domingo…

Pero los días pasan, terminan las navidades y Guiomar no aparece. Siento que, con cada nuevo paquete de alimentos o de ropa que recibimos, mi hermana se encuentra cada vez más lejos.

#cuentosdeNavidad