El Gran Gatsby (2013) ¿Enamorado o delirante?

Publicado el 05 septiembre 2013 por Jlcastagno

Retrato de una época de pretendido esplendor

Es la película con las escenas más alegres, festivas y fastuosas. Todo el mundo parece vivir en la gloria y, sin embargo, es una de las historias más tristes que he conocido. Se juega todo el tiempo con la apariencia. Hay una frase paradójica de la golfista Jordan que dice: Me gustan las fiestas grandes. En las fiestas chicas no hay intimidad.


Es la mujer más intimidante que haya conocido



Aquí se disecciona una época exaltada que se arrastraba poco a poco, sin sospecharlo, hacia su propio precipicio. Aunque Jay Gatsby (interpretado de maravilla por Leonardo Di Caprio) perece antes, en 1922.

El futuro de los imperios de color


Entre el cine y la literatura ilustre


La adaptación de Francis Scott Fitzgerald da lugar a un cine híbrido, a mitad camino entre lo puramente cinematográfico y lo literario. A veces las imágenes hablan mejor que las palabras, y la voz en off, muchas veces está de más. En otras ocasiones, las refuerza porque les agrega un matiz que el espectador no sospecharía y ayuda a captar el espíritu especialmente personal de esta tragedia romántica con esas frases inolvidables que sólo podía proferir un escritor genial.

Una fatalidad oportuna


El director quiso resaltar tanto su origen literario que Nick Carraway (Tobey Maguire), el narrador testigo de la novela, se transforma en su autor ficticio, a pedido de su médico para recuperarse del alcoholismo, y le da un rol más importante. Se convierte en juez. -Sentí mucho asco cuando volví de Nueva York. Sólo una persona estaba exenta de mi asco,  Gatsby, dice al principio.

El asco de Nick


A veces las letras de bella caligrafía y coloridas, ocupan gran parte de la pantalla, y en un momento culminante, hasta se ve el fragmento tal como figuraría en un libro, en letras de imprenta propias de una vieja máquina de escribir. O si no, la hoja en blanco parece una invitación y se llena con imágenes en movimiento, con algunos de esos fantasmas del recuerdo.

Ambientación y uso del despliegue visual


La forma se impone sobre el contenido, pero no lo deja de lado. Hay diálogos (casi teatrales) que son duelos impecables, como el del Hotel Plaza, donde Jay es derrotado por las normas sociales, más poderosas que cualquier sentimiento. Claro que es inevitable que la profundidad del pensamiento se vea obligada a cederle el lugar. Los silencios, las pausas, cierta palabra... Todo es acelerado. Impresiona, hay que verla varias veces para poder valorarla mejor. A mi juicio, es un excelente trabajo.
Este director tiene una visión muy particular sobre la importancia de deslumbrar mediante el exceso. Y era una época de excesos, por eso resulta una época ideal para jugar con eso. Apunta al lenguaje visual, el de las imágenes, por muchos desdeñado, con muchas connotaciones. También juega con el color.
El blanco y negro inicial resalta el pasado, la técnica de la época. Es importante la aparición de muchísimos colores y a veces del azulado, como sucede la primera vez que se aman. Lo patético se luce a través de la niebla y la nieve. Y la banda sonora resalta los estilos musicales. Al ritmo del jazz con saxofón desde un balcón, y  también la melodía triste, además de aparecer ritmos que no son de la época, como dejando un trasfondo de musical al estilo de Moulin Rouge.

Un mundo de fantasía 


Toman presencia premonitoria los automóviles, que Gatsby maneja alocadamente, y eso después le jugará en contra más de lo que imagina. Son juguetes de ricos y un elocuente ejercicio de vanidad. Pasan por encima de todos, pisoteándolos. En ese entonces ya corrían con velocidad.

Gatsby, el mentiroso


La ciudad con Manhattan y el puente de Queensboro constituyen el marco promisorio del sueño americano, cosa que remarca la aparición simbólica de un aeroplano rojo, que da volteretas por el cielo como una mariposa caprichosa y ebria.

Buscando el espíritu genuino y romántico


Otro elemento es la pasión por el sexo, con el apropiado acompañante del alcohol y el champán, las apuestas en el casino, y especular en acciones de la Bolsa. Pero fuera de la frenética obsesión por el dinero y el sexo, la historia pertenecía a un romanticismo genuino porque exalta los sentimientos, la sensibilidad y las pasiones por sobre todas las cosas.
Deja de lado la razón y se deja llevar por el corazón. De vez en cuando, aparece ese espíritu poco frecuente. Pero el espíritu de Scott Fitzgerald requiere de un guionista y un realizador geniales. Baz Luhrmann lo hizo a su manera, en forma de melodrama.

Y es aquí cuando empezamos a sentir que a la película podría faltarle algo. El texto literario posee tanta riqueza, y puede abrir múltiples lecturas. La película podría correr el riesgo de convertirse en un mero triángulo amoroso de época entre ricos. 

La deliciosa pasión en el bosque del rey


La pobre niña rica y sus víctimas


En este caso, el relato trata de la obsesión enfermiza por una mujer deslumbrante por todo lo que ella representa para Gatsby, idealizada hasta un delirio tal que se convierte en su móvil alienante. La destructiva Daisy (Carey Mulligan), “la linda niña boba”, que provocará, por accidente, la muerte de tres personas en un día trascendental y le dará un giro inesperado al destino de todos.

Una hermosa niña boba


No sólo atropella a Myrtle, la amante de su marido que ni siquiera conoce. Eso sucede porque Myrtle intenta detener el auto amarillo, creyendo que en él viaja su generoso amigo multimillonario Tom Buchanan, el marido de Daisy, con quien disfrutaba de fiestas orgiásticas en un departamento neoyorkino (a modo de un videoclip, casi). Muere desesperada y acorralada por la furia de su esposo Wilson.

Wilson no sabe que está con el diablo


También destruye la vida de Wilson, un pobre hombre que la amaba y vivía por y para ella, trabajando duro en una gasolinera, que descubre de repente las perlas y los regalos malditos de Tom. Y sobre todo, destruirá a Gatsby, porque Wilson lo mata de espaldas antes de suicidarse, creyendo en las mentiras de Tom (en la novela Jay estaba acostado en una colchoneta en su piscina). Porque la que conducía el auto era Daisy, y Gatsby lo calla para protegerla. El pagará con su vida la culpa.

Las muñecas de Tom


La fiesta de Tom


Tanto la cena en la primera visita de Nick a Daisy, y más aun la fiesta privada en el departamento de Tom, utilizan el recurso de las conversaciones  y planos salteados. Primero, por carecer de importancia. En cambio la fiesta comienza con un desarrollo normal, hasta que, en un momento dado, los diálogos son inaudibles y se suceden diversas instancias entrecortadas. Como el delirio de una borrachera.
Se asemeja a los videos musicales, pero sin darle prioridad a la música, aunque hay un saxofonista negro tocando jazz afuera. Cada trozo sugiere algo: sexo, desenfreno, alcoholismo, mujeres fáciles, hasta que todo termina con una escena violenta. El cachetazo de Tom a Myrthle, y su llanto mientras Nick se aleja, refugiándose en el balcón.

Lluvia de  champán


Nick lo vive todo como si alucinara, enajenado, sin poder reconocerse a sí mismo. Hasta cree verse en la calle. No sabe si está adentro o afuera, acostumbrado a ser un espectador que no se anima a vivir. De ahí su futura neurosis. Llama la atención su intensa expresividad en el rostro, a tono con lo que sucede. El intenso amor entre Gatsby y Daisy le conmueve. Proyecta en él lo que querría vivir, por eso no soporta el final de la historia, lleno de atrocidad.
Es un extraño para el mundo en que se ha inmiscuido. Y observa las numerosas ventanas, cada una con su pequeño mundo escondido. Es irónico el detalle de que Catherine, la hermana licenciosa de Myrthle aparente felicidad y lo primero que haga sea ofrecerle a Nick pastillas para los nervios. El día en que matan a Myrthle cumplía 30 años y para él comienza una década de soledad y fracaso. Un quiebre, un punto de inflexión que marcará su vida para siempre.

La metamorfosis de un pobre diablo. Canibalismo.


Parece todo perfecto como en un cuento de hadas. Al igual que en Titanic,pero de forma verosímil, el pobre diablose convierte en un caballero elegante, en un millonario que logró el dinero fácil aliándose con los gángsters y sus negocios turbios (recuerda a Pandillas de Nueva York y Los infiltrados). El canibalismo y la explotación racista son un tema recurrente.
En los años 30 aparecieron diversas películas que rodeaban al gángster de un halo romántico porque atacaba al sistema, oponiéndose a la supremacía de la plutocracia yanqui y defendiendo la necesidad de movilidad social de los inmigrantes italianos. Esta intención después fue prohibida por la censura norteamericana.

Clubes selectos y clandestinos


Un hombre en el casino clandestino de la barbería se enorgullece de lucir en su muñeca una magnífica muela humana, como si fuese uno de sus gemelos. Y en el Valle de las Cenizas, el basurero de Nueva York, los negros trabajan como parias y acaece el accidente mortal bajo un cartel de enormes ojos, indicios de una mala conciencia, que vigila y condena la maldad con remordimientos. ¿Habrá ojos de Dios?

Los ojos de Dios en el Valle de la Fatalidad


Gatsby se vendería al diablo


Gatsby deseó ser como ellos: exitoso y sin escrúpulos. Ostenta una abundancia mayor que la de todos. Se la refriega por las narices y por resentimiento hacia quienes lo despreciaron y lo obligaban a vivir una vida miserable, como la de sus padres en el Medio Oeste. Se parece a cuando jugaba el papel de Howard Hughes, un magnate excéntrico hiperactivo en El Aviador de Scorsese.

Si Gatsby no existe, ¿para qué todo esto?


Un rival carnicero


Tom, en cambio, nació rico. Aunque no se explique el origen de su fortuna, sin duda también inmoral. Sólo es un jugador de polo y un atleta. No necesita trabajar, heredó su fortuna. Perverso, más vivo que el propio Gatsby. Su historia ancestral lo vuelve más hábil, más perspicaz. Descubre la obsesión de Gatsby y encuentra la oportunidad para destruirlo, ayudado por la fatalidad. La mayoría lo detesta.

Tom siente los latigazos del pánico


La admiración y la confusión de Daisy


Daisy al principio se siente halagada y orgullosa de él. No puede creer que ese hombre se haya transformado en lo que es por ella, y admira su capacidad, tesón y fabulosa imaginación, pero con el tiempo ese sueño loco empieza a asustarla y hace que él empiece a presionarla y termina aterrorizada. Le teme a su marido, al escándalo, y a los negocios que tiene con el hampa y a sus estafas.

El baile

Cuando le declara en forma figurada su amor a Gatsby frente a Tom (Siempre eres tan elegante. Como el hombre del aviso de Times Square. El hombre de las camisas elegantes), después de que aquél levanta el encendedor del piso caído por el nerviosismo de Daisy y con caballerosidad exquisita le enciende su cigarrillo con boquilla, Tom apaga su cigarro lleno de ceniza en el cenicero con furia. Ese doble juego entre llamas que se encienden y apagan merecía un silencio. Así habría sido magnífico, sin acotaciones en off. 

Ejercicio de degradación para un jugador de polo


Sumisa, incapaz de tomar decisiones. Acostumbrada a obedecer y a vivir como una muñeca en un mundo palaciego dentro de una burbuja, alejada de lo común y vulgar. Indolente y cobarde, resignada a aceptar lo que decidan por ella con tal de tener todo servido en bandeja de plata.

Un amor irracional


Ella no ama a Gatsby como él la ama. Nadie podría en este mundo llegar a tal desmesura. Ni tampoco es razonable. Nadie vale tanto. Esa mujer es el centro y el eje de todo su mundo y no se lo merece. Daisy se da cuenta, y eso se vuelve una carga insoportable contra ella misma. Tiene que dejarlo todo. En un momento lo desea hacer, pero titubeante, por las infidelidades y el desamor de su marido.

Las cartas sobre la mesa del Hotel Plaza

Está despechada, y recuerda un hipnótico episodio del pasado y las innumerables cartas de amor. Ese encuentro prohibido con Gatsby, donde pierde su inocencia, cuando él era un oficial hacía unos años. Y al enamorarse, Gatsby supo que perdería la libertad de su destino. Pero cuando las cosas dejan de convenir, los sentimientos se reprimen, y retroceden porque hay demasiado para perder. Y en todo caso, otro puede en el futuro ocupar el lugar de Gatsby.

La fugacidad y la luz


Ella sabe que es imposible volver al pasado. Todos se lo advierten a Gatsby. Pero Gatsby se cree hasta capaz de burlar las leyes de la vida. Hasta parece querer comprarse al mundo.  Ella se vuelve escéptica, ya no cree en los imperios de color. Lo brillante se desvanece con rapidez y no vuelve jamás- dice. Ya descubrió que nada dura para siempre.

En contraste con los peligrosos imperios de color en que piensa su marido, que sólo quiere conservar el poder y los privilegios, con una visión más dura, despojada de colores rosados, llena de prejuicios racistas.


El castillo y su colección de objetos encantados



Gatsby se empecina en buscar la luz. Es un delirio de grandeza, de megalomanía. Todas sus frases rematan con la palabra Campeón, palabra que Tom detesta y considera rimbombante. Sigue luces como el destello verde que le da esperanza de forma intermitente desde el muelle de la mansión de Daisy.
Colma a su castillo encantado, con entrada de rejas normanda de luces (la reja luce la leyenda "Hasta el fin fiel", en latín), y fuegos artificiales y espectaculares. Parece un parque de diversiones. Admira el cielo de la noche, lleno de galaxias profusas y las estrellas fugaces lo circundan.


La añorada luz verde


 Un desafío imposible y capitalista. La bahía y la luz verde.


Su romance es una empresa napoleónica, pero para hacer el amor y no la guerra, obligado a usar una combinación de métodos  de Al Capone y del sofisticado Rockefeller. Me recuerda en muchos aspectos a El ciudadano Kane de Welles. Hasta se emplaza en el campo de batalla, justo enfrente de la mansión de Tom, separados por la bahía entre las penínsulas de West Egg (para los ricos de abolengo) y East Egg (para los arribistas), recelosos entre sí. ¿Egg(en inglés, huevo) se referirá a los huevos de oro?

La mansión de los respetables


Dos lugares ficticios de Long Island enfrentados. Las fiestas son como cañonazos que advierten sobre su inminente presencia, como cuando irrumpe el viento al abrirse las puertas de la sala, después de que su amiga Jordan lo menciona por primera vez.
Me encantan esos travellings que atraviesan la bahía por sobre los veleros  y que remarcan dos mundos diferentes. El Valle de las Cenizas será su Waterloo, y la piscina de su castillo, ahora solitario, y que devino en prisión mortal, la isla de Santa Helena.

La pérdida de un sueño


Si Wilson no lo hubiese matado, ¿habría tomado él mismo esa determinación? Sin Daisy sólo quedaría una colección insoportable de objetos sin sentido con su corazón vacío, como sucedía con Kane después de que su mujer lo abandonara en Xanadu. En la novela, Jay, se da cuenta antes de ser asesinado de que no volverá a ver a Daisy. De que esperó demasiado. 

El lado claro y oscuro de Gatsby


Nick lo cuenta todo y se siente afuera y adentro. Comparte secretos. Su vida es tediosa y gana poco dinero. ¿Es Gatsby un ser admirable? Es como preguntar si Napoleón fue un héroe o un demonio, en tanto que nos provoca admiración.
Pero Gatsby atesora un sueño incorrupto, el del amor imperecedero, mito en el que nadie cree. Hay, a pesar de todo, algo inocente en él, que despierta compasión y simpatía. Ese invencible optimismo. Tiene carisma. Cuando Nick lo conoce piensa: -Me miró con esa mirada que sólo ves cuatro o cinco veces en tu vida, de ésas que te quieren y creen en ti cómo quieres que te quieran y crean en ti.


El anfitrión que te entiende


Daisy lo pone nervioso, se vuelve casi un niño inseguro, pero igual acomete, llenando la habitación de flores. Porque lo que caracteriza al film es la exageración,  oponerse por completo al recurso de la economía en las escenas. Concretó el sueño del chico pobre. Poder ir a la cama con una hermosa princesa rica, en realidad también pobre pero en el otro sentido de la palabra. El de ser una mujer desdichada.

Falta demasiado poco para las 4:00


Contra el mundo


Al fin y al cabo, no es más que eso. Plantearse lo imposible, lo que no parece racional. Rechazar lo que las pautas sociales dicen que no es para ti y ganar el desafío igual. Ir contra el mundo hasta que te aplaste. Perderle el respeto, por eso no le importan los escrúpulos. Porque desprecia a la alta sociedad. Se cree mejor que ella.
Lo destruyó su ambición desmedida, la perseverancia frenética por un sueño, la necesidad de magnificar la imagen de sí mismo para creer y hacérselo creer a todos y lograr sus metas, olvidando de paso lo que duele.
Creyó demasiado en una sola mujer que vivía en las antípodas de su mundo original. Fue su primera y portentosa victoria. Quedó fascinado por la intensa calidez que fluía de ella, y se enamoró perdidamente, dejándose llevar. Cuando se detiene y mira al cielo antes de besarla para poseerla al fin, la película adquiere un tinte sublime y conmovedor.

Visiones de grandeza

Una contundente crítica social llena de desencanto
Cuando la obra fue publicada, no tuvo éxito. Era difícil de digerir en una época optimista y auto-complaciente. Empezó a ser rescatada en la posguerra. Después de la Gran Depresión y la conflagración, todo adquirió una óptica distinta.
Es una crítica social que se adelantó a los hechos, prácticamente un presagio. La consabida lucha y desesperación por barrer las desigualdades sociales y la rigidez de sus normas, y hacerlo mejor que ellos, por acabar en solitario con un padecimiento personal, el de la miseria y la soledad, para poder gritárselo a una metrópolis entera, la más importante del mundo.
Aunque haya críticas descalificadoras sobre el film, es muy superior al trabajo que hiciera Robert Redford junto a Mia Farrow, dirigidos por Clayton en 1974. Pero siempre los supera su fuente, el libro que S. Fitzgerald publicó en 1925. Sobresalen sus reflexiones, su agudeza y el contexto que recrea.  Ahí, al funeral sólo acompaña a Nick el padre de Gatsby, que cumple su último deseo y le muestra a Nick un diario de Jay de su infancia, que ya denotaba su precoz y particular personalidad.
También aparece el último encuentro de Nick con su ex novia Jordan, que no acepta que defienda a Gatsby (un mal chofer se lleva bien con otro mal chofer, le dice) y lo deja por otro hombre. Meses después, Nick encuentra a Tom en una joyería, donde éste le miente. Inventa que Wilson fue a su casa antes, para matar a Daisy, y confiesa haber llorado amargamente la suerte de Myrthle. Hubiera enriquecido la historia contar con esas secuencias. El final no habría sido tan seco y abrupto.