En la jaula, el canario naranja baja al comedero. Mira con un ojo y con el otro el fondo vacío, sin semillas. Pía y mira a su dueña en el sillón. Pía otra vez.
Pero la octogenaria no le hace caso. No va a darle de comer, muerta como está.
Texto: Verónica Andrea Ruscio