De negra pana. Chaqueta y pantalón labrados en decenas de surcos, tantos, como los escardados durante aquel tórrido estío.
Como un pincel apareció el día del Cristo. Y alargó toda la noche el jolgorio, animado por el ojo de gallo, hasta la salida del primer toro del alba.
Y debió sentir el morlaco envidia de tan brillante zaino.
Jamás hubo jornalero enterrado con tan elegante mortaja.
Etiquetas: microrrelatos, macdito