Un día le dijeron que el hombre había llegado a la Luna. Él todavía no se lo cree. Así que la sonda Voyager y su incursión en el abismo del espacio interestelar, la amenaza de impacto de un asteroide contra la Tierra, las tormentas solares y el clima espacial, el aumento de la temperatura terrestre, el agujero en la capa de ozono, la deforestación del Amazonas, la desaparición de los hielos árticos y de Groenlandia y la subida del nivel del mar, la lenta fulminación de los recursos energéticos provenientes de los yacimientos fósiles… son ecos demasiado lejanos para que alcancen su entendimiento.
El conflicto palestino-israelí, la Primavera Árabe y las disputas armadas derivadas de la misma en Libia, Egipto y Siria, el abuso en la utilización de los drones, las grandes migraciones desde África hacia Europa, las hipotecas subprime, la prima de riesgo, el índice Dow Jones, el euríbor, la economía sumergida, la sostenibilidad, la deslocalización de las grandes empresas, el neoliberalismo económico, el anarcocapitalismo, los tigres asiáticos, los fondos buitre, ¿qué es eso?… Todo le suena a chino.
Este rostro ignora, no sabe de revoluciones ni de macroeconomía. Nunca se sintió engañado ni manipulado por nadie. Siempre ha permanecido ajeno a las reverberaciones de la globalización. Mucho menos sabe de la guerra mundial que se está librando entre los países brics y las economías industrializadas de toda la vida, que han acabado ahogándose en la propia sangre de su corrupción. No tiene constancia del estado actual del planeta en el que se cocina el nuevo orden mundial y que acabará afectándole a él aunque sea a una escala minúscula, si no lo ha hecho ya.
Él solo entiende de la erosión que sufren sus músculos y sus huesos que le impide moverse como hace años, incluso cuando todavía podía subir encima de su pequeño tractor y trabajar el campo. Únicamente se ha preocupado de tirar del carro para poder subsistir, sin más. Punto.
Su crónica vital se ha desarrollado tan pegado a la tierra que ha terminado absorbiendo su orografía. Desconoce lo que pasa más allá de unos pocos quilómetros de su casa, pero su recia existencia lo ha convertido en un compendio de historia y geografía viviente. Está mimetizado a tal punto con su inmediata realidad que resulta invisible para el espectador impaciente, ése que vive en otra dimensión, la que casi obliga a estar conectado sin descanso a la actualidad para, quizás, ser el primero en enterarse cuando anuncien el fin del mundo.