EL HOMBRE DEL CASCO
(EN EL BARRIO CHINO,
MIENTRAS FUMABA UN CIGARRO)PARECE siempre tan dorada,sin rumor, clara luz
apenas en la espuma
la múrice tan roja.
Casi orilla
si restalla finísima la lluvia
que hubiste lejos de la mar, allí,
donde empieza
delfín el frío contra el rostro;
al trasluz todavía queda
efluvio silencioso
en la mejilla, como fresco lirio
[asperjando.
COMO una luz o ráfaga
oye el vaivén que sabe el bisbiseocuya llama dispensa el aire
dulce, enhebrando en sus yemas
las complicadas
sombras
de labios sobre besos no pulsados.
TENUE severidad de fuego, que
altura ahí, en la azul pupila surteen breve,
plenitud
desde algún infinito abismo.
AQUEL nimbo infantil que todavía
[apacigüaen el silencio su fantasma, aquel
espectro que vacila con su casco
de níquel titilando.
UN triunfo en espiral subía su conjura a la
[atmósfera,con el humo a la zaga,
hasta el techo.
Sólo el impulso
de su beso liviano,
y surte por sus labios todo el aire en la fronda.
Nadie. Ni el temple del contacto.
Vanamente la luz en humo hilaba en el ascua.
Francisco Acuyo