Revista Talentos
Era una noche de fiesta en ese pequeño y pintoresco pueblo, una celebración de fin de año donde mucha gente acudía para celebrar las fiestas, una fecha especial donde el lugar se llenaba de extranjeros, visitantes de todas partes llegaban, algunos de lugares tan distantes que era difícil el volver a verlos. La noche transcurría con mucha alegría, una atractiva joven, de unos treinta años, cansada de tantos fracasos personales, de siempre encontrarse con los hombres equivocados, ya solo se dedicaba a disfrutar del evento, sin el más mínimo interés de conocer al próximo hombre que la hiciera sufrir, en eso estaba cuando alguien se sentó a su lado. Ella, al sentir la presencia volteó a verlo, fue sólo una mirada, pero fue suficiente para quedar impresionada. Ella era de tez muy blanca, con el cabello castaño oscuro, delgada, muy guapa aunque ella siempre se sentía menos. Quien estaba sentado a su lado era un hombre aproximadamente de su edad, probablemente un poco mayor, moreno, con unos ojos verdes que resaltaban en su rostro, le llamó la atención el color de su piel, él sintió la mirada y la volteó a ver, dándole una gran sonrisa, que terminó por conquistarla. ¡Hola!, le dijo él, ¡Hola!, Le contestó ella, volteando de nuevo al frente, nerviosa a mas no poder... Empezaron una plática que parecía que no tenía fin, cualquier cosa que vieran la comentaban, siempre coincidiendo en la forma de pensar, ambos se reían de forma espontánea, natural, era como si se conocieran de toda la vida, cualquiera diría que eran perfectamente afines en todo, no era necesario invertir muchas palabras, solo bastaba iniciar el comentario, para que la otra persona de inmediato comprendiera la misma idea... Después de un par de horas de platicar sin cansancio, parecía que esa mujer que había tenido tantas decepciones, por fin había conocido al amor de su vida, a su media mitad, a su complemento ideal, a esa persona que pensaba solo existía en las miles de historias de amor que siempre leía, los relatos de amores perfectos, aun los cuentos más empalagosos, se quedaban cortos, para ella, en ese instante no había quién se pudiera atrever a decirle que no existía la pareja perfecta. Ella empezó a llevar la plática a un tono más personal; ¿Y dime, eres celoso? Él, con la eterna sonrisa en su rostro, le contestó No, claro que no, no puedo estar celoso de alguien a quien le voy a dedicar la vida entera, para que ella sola sienta, que si no es conmigo, nada de lo que haga, tendría sentido... Ella, al escucharlo, sintió cómo una oleada de calor invadía todo su cuerpo ¿Y has sido alguna vez infiel?, le preguntó de nuevo, él, sin dejar de sonreír, le respondió. Sí, debo confesarte que he sido infiel... Pero a mí mismo, al callar lo que en algún momento tenía que decir, por dejar en alguna ocasión que la última palabra fuera de rencor y no de reconciliación, por dejar que un mal momento fuera más fuerte que una relación, por permitir que la vanidad fuera más grande que la humildad para decir perdón, por pensar que la razón tiene que estar ligada con el corazón... Cuando escuchó esa respuesta, sintió cómo un leve mareo la invadía, tuvo que apretar sus piernas para intentar amortiguar lo que ese hombre le estaba provocando, ¿Acaso era posible que en realidad existiera el hombre perfecto? Se preguntaba. Por primera vez en muchos años, se olvidó de sus amargas experiencias, se olvidó de los rostros de quienes la habían hecho sufrir, se olvidó de los consejos de su madre y de sus amigas, que incansablemente le decían que el hombre perfecto no existía, que todos eran unos desgraciados egoístas y que tenía que aceptarlos así, aceptando sus errores y aprendiendo a vivir con ellos. Por primera vez sentía que el hombre ideal realmente existía, que no era un personaje de novelas cursis, que cuando menos lo esperas, puede llegar a tu lado, que el hombre no es la penitencia que en vida llevan las mujeres, como su madre siempre le decía... Ya para entonces platicaban tomados de la mano, mirándose siempre, sonriendo y riendo a la menor provocación, impulsados por sentimientos más allá de la razón. En ese momento ella se dio cuenta que no sabía realmente nada de él, de dónde era, de dónde venía, del lugar de donde provenía ese hombre perfecto... ¿Y de dónde vienes?, le pregunto ella, él, ahora tomando su dos manos entre las suyas, le contestó Vengo de un lugar muy lejano, vengo con un par de amigos que deben estar por ahí divirtiéndose, nos gusta viajar, conocer gente, tratar diferentes culturas, costumbres, tradiciones, nos encanta conocer nuevas personas y aprender de ellas. Ella lo oía sin escucharlo, estaba perdida en su mirada, en sus manos entre las suyas, en su sonrisa, se sentía feliz de estar a su lado, contenta de estar platicando, excitada de solo escucharlo y respetada, porque él nunca intentaba nada más que tomarla de la mano, muy diferente a todos los otros hombres que había tratado, que por el solo hecho de dedicarle un par de horas platicando ya se sentían con el derecho de llevársela a la cama. ¡Es el hombre perfecto!, Decía para sus adentros, Dios mío, ¡Sí existe el hombre perfecto!, se repetía una y otra vez, mientras una enorme sonrisa se reflejaba en su cara... En eso estaba, cuando una de sus amigas fue hasta donde estaban sentados, ¡Hola!, Disculpen la interrupción, pero tu mamá te está buscando, dice que ya es hora de que nos vayamos. Ella le contestó, Está bien, dame unos minutos, ahora voy, la amiga, comprendiendo lo que pasaba con ese forastero, con una cómplice sonrisa, se retiró, dejándolos solos de nuevo. Ya me tengo que ir, ella le dijo, poniendo una cara de tristeza que no se preocupó en ocultar, pero tampoco de exagerar. Está bien, no te preocupes, lo entiendo, él le contestó, tomándole de nuevo las manos. ¿Vas a estar mañana aquí? No, esta noche partimos Ella, al escucharlo, le dijo Mira, deja te doy el número de mi móvil para textearnos y no perder el contacto, mi número es el 33856 pero no terminó de decirlo, unos labios callaron los suyos, ella se olvidó de todo, se perdió entre sus brazos, mientras sus labios se decían todo lo que les había faltado decirse... ¿Cuánto tiempo pasaron besándose? Ella nunca lo supo, perdió el sentido del tiempo, sólo sus sentidos siguieron vivos, todo su cuerpo reaccionando con tan solo esos besos, las manos de él en su espalda, sin la menor intención de llegar a otro lado, no hacía falta, ella estaba completamente excitada, mareada, con tan solo el movimiento de esos labios, que sin sentido la estaban dejando. Cuando se separaron, ella ya estaba segura que le pertenecía a él por completo, no había duda, era suya, aunque no la hubiera poseído, ella ya se le había entregado por completo... Con solo unos besos. Ahora estaban abrazados, poco a poco, ella se fue separando, sabía que tenía que irse, prefería hacerlo antes de que llegara su madre y le armara un escándalo, sabía que solo contaba con un aviso previo antes de que la mamá tomara acciones, lo volteó a ver y le preguntó cuando se verían de nuevo. Él, con ese medio tono que tenía al hablar, un tono bajo que le daba un sentido aún más especial a sus palabras, le contestó Nos vamos a encontrar de nuevo cuando lo tengamos que hacer, cuando sea un momento especial, cuando necesites de alguien que contigo sea especial, cuando sea el momento de volvernos a encontrar... Ella no comprendía del todo sus palabras, se le hacían confusas, pero todo en ese momento era confuso, era como estar viviendo un sueño muchas veces soñado, mareada por el simple hecho de conocer al hombre anhelado. Pero no te he dado mi teléfono, ella le contestó, No hace falta, él le dijo, No lo necesité para conocerte y no lo voy a necesitar para de nuevo verte... Ella, al escucharlo, de nuevo sintió cómo se le doblaban las piernas, solo atinó a besarlo de nuevo, estaba completamente desarmada, rendida a cada una de sus palabras. Espero que no pase mucho tiempo, ella le contestó después de besarlo, Nunca había conocido a un hombre como tú, eres la perfección andando. Solo soy un ser como tantos, que hoy le tocó la suerte de estar a tu lado, muy pronto nos encontraremos de nuevo él le contestó, mientras la besaba de nuevo, después, como en un común acuerdo, sin haberlo hablado, simplemente se separaron. Ella caminó hacia donde seguía la fiesta, feliz de haber encontrado al hombre perfecto, al que le habían asegurado que no existía, al que todas sus amigas le decían que solo en las novelas existía... Él, mientras tanto, la veía partir, sonriendo, también disfrutando el momento, mientras poco a poco se retiraba, flotando hacia el cielo, partiendo volando, como si fuera un ángel, como si fuera un ser del espacio, como un alien volando a su nave, quienes lo hubieran visto podrían haber dado muchas versiones de eso, pero nadie lo hubiera descrito... Como el hombre perfecto