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El hombre pez de Liérganes

Publicado el 10 marzo 2010 por Misteriosdelmal
El hombre pez de Liérganes
El 22 de octubre de 1658 fue bautizado en un en un pueblecito de Santander, llamado Liérganes un niño llamado Francisco de la Vega Casar, este niño era muy hábil pescando y nadando sin haber hecho un aprendizaje previo.
En 1672, cuando María (su madre) se quedo viuda mando a Francisco a Bilbao con el fin de que aprendiera carpintería.
Todos los atardeceres aprovechaba para ir a sumergirse en la ría cercana donde asombraba a sus amigos con sus capacidades acuáticas.
La víspera de San Juan del 1674 Francisco y sus amigos fueron a bañarse como era su costumbre, pero ese día decidieron hacer una pequeña excursión allí donde el mar hacía un recodo penetrando en la costa vizcaína, lugar que conocía bien porque no era la primera vez que lo visitaban. Dejaron la ropa y se fueron a bañar, los amigos de Francisco empezaron a jugar en el agua, salvo él quien empezó a nadar hasta perderse en el horizonte. Los amigos esperaron hasta la madrugada y al ver que no volvía pese a que sabían que Francisco nadaba de maravilla pensaron que se había ahogado así que decidieron comunicárselo al maestro del taller donde este aprendía, este fue junto con los amigos de Francisco al lugar de los hechos a buscarlo pero sin ningún resultado. Así que lo dieron por muerto y se lo comunicaron a su madre y a sus tres hermanos, estos lo buscaron durante días sin ningún resultado y finalmente lo dieron definitivamente por muerto.
El hombre pez de Liérganes
En febrero de 1679 en la bahía de Cádiz había unos pescadores pescando en su barco, cuando de repente vieron cera de su barca como un ser acuático con anatomía humana se sumergía y emergía en el agua como si de un Delfín se tratara. Cuando los pescadores se intentaron acercar hasta donde estaba él, este desaparecía rápidamente huyendo de ellos y emergiendo más lejos.
Desistieron a buscarlo y volvieron al puerto. Pronto se extendió el rumor por todo el muelle y empezaron a surgir historias de otros marines que aseguraban haber visto al extraño ser acuático. Los encuentros con este se iban repitiendo y los pescadores crearon un tosco dispositivo a base de redes de arrastre y cebos de carne y pan para intentar atraerle, ya que habían notado que el ser comía el pan que le echaban.
Un día lo lograron atrapar y lo trasladaron al puerto. Los pescadores se quedaron perplejos al ver que su presa en realidad era un chico joven de 1’80 de estatura, muy corpulento, de tez tan pálida y macilenta que parecía traslúcida y un cabello rojo como el fuego. Aparentemente era un humano normal aunque tenía unas extrañas deformaciones. Tenía dos cintas de escamas una desde la garganta hasta el estómago y la otra a lo largo de la columna vertebral, en las manos tenía una pequeña membrana parecida a la que tienen los patos y bramaba y rugía como un animal, para tranquilizarlo tuvieron que emplear la fuerza siete pescadores.
Lo llevaron al Convento de San Francisco de Cádiz ya que se pensaban que se trataba de un ser maligno dónde estuvo tres semanas y se le realizaron varios exorcismos sin ni siquiera pronunciar palabra, hasta que un día pronuncio la palabra Liérganes.
Nadie sabía lo que significaba a excepción de un mozo que comento que era una villa de Santander
Mandaron unos emisarios a la Localidad para saber porque ese ser había dicho el nombre de ese pueblo. Uno de loEl hombre pez de Liérganess emisarios se entero de la desaparición de Francisco y avisó al convento.
Un fraile lo llevó a su casa, cuando su madre y sus hermanos lo recibieron estaban todos muy contentos a excepción de Francisco que ni se inmutó.
Después de lo sucedido vivió durante nueve años con su madre, Francisco tenía un trastorno intelectual, cosa que no había manifestado antes de su desaparición, nunca llevaba nada en los pies, no tenía interés por nada ni por nadie, solo pronunciaba tres palabras tabaco, pan y vino. Comía cada tres o cuatro días. En cuanto a las escamas poco a poco se le fueron cayendo.
Una tarde de 1687, dicen que le oyeron gritar como si de un animal herido se tratase, se fue a las aguas del Río Miera y nunca más se volvió a saber de él.

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