El hombre que dibujaba corazones en el cristal

Publicado el 19 junio 2015 por Aidadelpozo

Un hombre gris mira por la ventana y ve la madrugada serena, pasar tras el cristal, enmudecida. El hombre dibuja un corazón que se deshace en lágrimas, desesperado para que su creador le atienda pues nunca habla con él, nunca dialogan, el hombre es mudo, tal vez... Parece este hombre un loco que quiere amar, que quiere amor, que quiere ama, mas se conforma con migajas de sí mismo, encerrado tras el cristal empañado, dibujando corazones que se deshacen en lágrimas. Más allá de esa habitación, de él, de los corazones que dibuja, de la almohada que hace descansar su cabeza, hay vida esperando pero el hombre no quiere verlo, no puede verlo, no desea verlo, prefiere no verlo...

El hombre que enmudece frente al cristal, pasa sus noches lado de una mujer a la que no ama, que no es su ama, que no le ama ni son amor, no se aman. Ella no sabe que él dibuja corazones que se deshacen en lágrimas y poco le importa lo que él dibuja cada noche, cada tarde o cada mañana. Hace mucho que dejaron sus sueños atrás, que solo pasan la vida inexorable que no aguarda a nadie, que arrasa con todo y que no sabe de corazones que se deshacen en lágrimas.

El hombre mira a la mujer mientras ella duerme tranquila. La mujer nunca ha dibujado corazones, no ha dibujado nada, no sabe dibujar. El hombre mira la calle, las farolas, los pocos coches que circulan, las pocas estrellas que se dejan ver en el cielo de la ciudad. Es día sin luna y algunas pueden verse. De haber sido noche de luna llena, no habría visto ninguna. "Tengo suerte", se dice y sonríe. Pocas veces lo hace, solo hay alguna mueca en su cara cuando piensa en el último beso apasionado que dio, tiempo atrás, a otra mujer que no es la que duerme tranquila mientras él mira la calle y dibuja corazones que lloran. Ella era vida y lo sigue siendo pero está lejos aunque la tiene cerca, tan cerca que podría tocarla si quisiera dejar de dibujar corazones y se decidiera a vivir. Dejaría esa habitación, abandonaría ese cristal y esa ventana gris y saldría a la calle. "Quizás ella aún desee darme, sus labios, su piel y todo su cuerpo." Ya no quiere dibujar corazones y nunca lo quiso, pero no dejará de hacerlo pues es superior a él el deseo de ser un hombre gris y de vivir encarcelado. Tantos años, que ya se hizo costumbre. " Tras el cristal hay muchos hombres y mujeres que, enmudecidos, dibujan corazones que se deshacen en lágrimas desesperados para que, quien los dibujó, encuentre esos labios apasionados, esas estrellas titilantes, ese brillo que tiene la vida y ese sueño hecho realidad. Dibujar es un modo como otro cualquiera de ver pasar la vida sin participar de ella.".

La mujer que vive con él, se despereza y mira hacia el hombre, que continúa de pie, frente a la ventana mientras con su dedo dibuja en el cristal. Le observa, bosteza, le da la espalda y sigue durmiendo. Amanece y el hombre borra con su mano los corazones que dibujó, se dirige al cuarto de baño, se mira en el cristal y comienza a llorar. No hay vaho en el cristal y no puede dibujar corazones, " ¿qué más da? Habrá más días para dibujar..."