Revista Literatura

El horror

Publicado el 22 enero 2016 por José Ángel Ordiz @jaordiz

Cada octubre se entregan en Oviedo, en el teatro Campoamor, unos premios que reconocen labores de personas humanitarias, creativas, ejemplares desde la cabeza a los pies.

Una de esas personas distinguidas años atrás, un físico británico de la universidad de Cambridge, el inválido Stephen Hawking (que tomen nota válidos e inválidos), declaró hace días: "La humanidad está en riesgo y muchos de los peligros han sido creados por nosotros mismos". Peligros como una guerra nuclear, el calentamiento global y los virus genéticamente modificados ( Noticias). No obstante, Hawking es un optimista (eso no necesita demostrarlo, lo que está a la vista no necesita candil, como suele decirse en Asturias, no sé si también se suele decir en otros lugares) y, aunque advierte incluso de que la inteligencia artificial puede acabar con nuestra raza, confía en que se tomarán medidas para impedir un desastre definitivo.

Pero los tiros de esta entrada no serán científicos en lo sucesivo, serán de plomo vulgar o del menos vulgar y más abrasador napalm.

En Oviedo, el veintitrés de octubre del año pasado, en el teatro Campoamor, recibió su galardón Francis Ford Coppola (no por la película bélica a la que me referiré enseguida, sino por todas sus películas).

Obeso y precariamente sostenido por las piernas, casi se la pega, prácticamente concluida la entrega de los Princesa de Asturias , al bajar los escalones de acceso al proscenio (no los sustituirán por una rampa alfombrada, me temo, hasta que una eminencia se desgracie al subirlos o al bajarlos). Aunque en su caso, con esos multicolores calcetines de vivalavirgen que usa además, muchos hubiesen dado por interpretada, por fingida, la caída, tal vez incapacitante.

Más falsedades que verdades en los mundos cinematográficos y sus alrededores, cierto, pero cuántas realidades reflejadas en los filmes que tanto me atraen desde pequeño, en ellos lo más bello y también de Marlon Brando, de Apocalypse Now .

El horror de cualquier guerra.

EL HORROR

Porque el apocalipsis vietnamita y norteamericano de Ford Coppola está basado en la novela corta El corazón de las tinieblas , de Joseph Conrad , y la historia del escritor se desarrolla en el Congo colonizado y devastado por el rey Leopoldo II de Bélgica, donde el propio autor se horrorizó ante la brutalidad que los europeos exhibían en África (qué maldición pesará sobre ese continente para que en él la vida sea un castigo, una esclavitud, una hambruna, un sufrimiento, una muerte constante y más silenciosa y anónima que en ningún otro lugar).

Según el optimista Hawking (él llegó al proscenio del Campoamor por la parte de atrás, en un montacargas, como a escondidas, de poco le hubiese valido la silla de inválido ante esos escalones con un aire homicida, conste de nuevo mi aviso), hacemos progresos en el mundo científico. Cierto, no estaría yo escribiendo en la pantalla de un ordenador de no ser verdad. Ahora bien, ¿progresamos algo como personas?

(El submarino) o o Banderas de nuestros padres o Salvar al soldado Ryan ... Otras ficciones bélicas más o menos realistas, de acuerdo, pero el horror de las balas de plomo o del napalm o de la locura, el horror de convertirse uno justamente en lo que trata de combatir, no es mayor que otros horrores en tiempos de paz, horrores cotidianos y silenciosos y anónimos como tantas vidas o muertes constantes en África, que también existe (y es real).

En el Festival de Cannes del año 2001, Francis Ford Coppola presentó un nuevo montaje de la película, bajo el título de Apocalypse Now Redux, en el que se incluyeron 49 minutos de escenas eliminadas de la versión original de 1979.


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