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De la condesa de Barcelona a Bo Derek
Omar Sharif, Bob Derek o Ava Gardner han pasado por aquí y una de sus clientas más queridas fue durante años doña María de las Mercedes, condesa de Barcelona, que ocupaba la Suite Real de forma habitual desde antes de Semana Santa hasta después de la feria, para disfrutar de una ciudad a la que amaba profundamente. “Ella no quería el tratamiento de condesa, solo nos permitía llamarla señora”, cuenta Cipriano Corral, el empleado más veterano, que en agosto cumplirá 44 años como camarero en el hotel.“Era muy simpática, recuerdo que nos decía: ‘Cipriano, dele de cenar ligero a esta gente que querrá irse’, para hacernos saber que tenía ya ganas de que acabara el día y marcharan sus invitados. Ella nos llamaba con un característico silbido”, rememora. La presencia de la condesa de Barcelona en el hotel convertía a este en punto de encuentro de la familia real y era habitual en aquellos tiempos cruzarse con el conde de Barcelona, su hijo Juan Carlos o sus nietos, que se encontraban aquí de forma espontánea. “Recuerdo un día, sería 1985, que entraron dos señoras muy ligeras y pidieron mesa para dos. Mi compañero y yo comentábamos que nos sonaba mucho la cara de una de ellas y tanto; era la reina Sofía”, recuerda Cipriano entre risas.Fue su nieta, la infanta Elena, la encargada de presidir los fastos del 90 aniversario el pasado marzo. Su inauguración, el 28 de abril de 1928, coincidió con la Feria de Sevilla y se celebró una fiesta benéfica en un patio decorado como una caseta, lleno de farolillos y guirnaldas de flores, para festejar el compromiso de la infanta Isabel Alfonsa con el conde Juan Zamoyski.Desde entonces las fiestas privadas y públicas en el recinto han sido muchas y no todas pueden contarse. “Ante todo, confidencialidad”, insiste el director. El patio del hotel acogía espectáculos flamencos con Rocío Jurado o Lola Flores como protagonistas. Allá por 1975, la primera de las artistas entraba poderosamente por el patio repartiendo claveles mientras cantaba “un clavel, un rojo, rojo clavel” cuando se le salió un pecho del vestido. “La modista responsable del traje estaba entre el público pidiendo disculpas porque el encargo se lo habían hecho a toda prisa mientras Rocío, que era única siempre, salía del paso con mucho arte”, recuerda Cipriano sin poder contener la risa.
La propina de Matías Prats
El trabajador más veterano del hotel guarda con mucho cariño el día que atendió al presidente Adolfo Suárez, que acaba de tener una intervención quirúrgica en la boca y no podía comer pero tenía mucha hambre. “Estaba pasándolo mal y le ofrecí un consomé, unos filetes de lenguado y un flan. El agradecimiento que tuvo ese señor conmigo es inolvidable".También recuerda de forma muy especial el día que a las cinco de la mañana sonó el teléfono y, al otro lado, un cliente pedía disculpas por la hora mientras solicitaba “un cafelito y un calentito para un anciano que se acaba de levantar”. Esa voz era inconfundible, rememora, era la de Matías Prats. “No sé cuántas veces se disculpó por la hora pero era mi trabajo. Cuando entré en la habitación me dio un billete de mil pesetas y me pidió que le devolviera 500, pero le dije que en ningún caso, que era mucho, no tenía vuelta y no hacía falta y me dijo: “Quédeselo y la próxima vez que vuelva me da usted el cambio”. Cipriano pudo contárselo a su hijo que rio con gusto: “Mi padre tenía esas cosas”. Hasta aquí, las confesables.Así son y así viven los 10 descendientes más desconocidos del rey Alfonso XIII
N.TIBURCIOLos diez llevan vidas normales, alejados del gran boato en el que vive su primo Felipe VIEl camarero con más antigüedad del Alfonso XIII guarda en casa un puro que le regaló Fidel Castro cuando se alojó en la Expo del 92, un llavero de plata que le entregó el presidente de Portugal, Mário Soares, o los menús servidos por el hotel en cenas de gala en el Alcázar de Sevilla a los reyes de Suecia o los de Nepal.“Cuando entré aquí hace más de 40 años este era un sitio prohibido para los sevillanos. Un café costaba 8 pesetas en la cafetería más cara de Sevilla, que era la de El Corte Inglés, y aquí eran 35 pesetas. Imagínese. Ahora tomarse un aperitivo en este patio tan maravilloso que usted ve es prácticamente igual que en cualquier otro hotel o cafetería y merece la pena, ¿no le parece?”, pregunta. Cada vez el hotel vive más integrado en la ciudad.
Los tacones de la hija de Tom Cruise
Antonio Morilla, máximo responsable de los conserjes del hotel, es joven pero ha cumplido ya 23 años en el Alfonso XIII, A él le gusta explicar que ellos son “los conseguidores”, la persona más cercana al cliente que está dispuesta a atender cualquier petición por muy especial que sea. Quince días antes de que llegue el cliente se contacta con él y se le pregunta qué necesita, qué desea en su estancia, qué espera de la visita.Él es capaz de montar cualquier visita privada a Sevilla o cualquier otro rincón de Andalucía a lugares muy especiales y fuera de los clásicos folletos de tour. Desde fletar un helicóptero porque un cliente tenía que llegar a Madrid y había huelga de AVE a alquilar dos coches de lujo con chófer para el nieto de un cliente que debía llegar a examinarse en Suiza con todos los aeropuertos cerrados por una lluvia de cenizas. “No recuerdo bien por cuánto le salió pero llegó, llegó de la feria al internado suizo en dos días”, sonríe Morilla.Morilla consiguió zapatos de tacones y un traje de gitana porque la niña de Tom Cruise quería vestirse de flamenca. “Imagínate llamando a Lina pidiendo un traje para una niña de cuatro años y a Pilar Burgos entrando por la puerta con más de diez pares de zapatos”, ríe al recordarlo. Atendió a Madonna, Brad Pitt y Jennifer Aniston, organizó una fiesta increíble para Rainiero de Mónaco y ya en los últimos tiempos vio bailar hasta el amanecer a Shakira o a Paulina Rubio en una de las terrazas.