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BREVE EXTRACTO DEL INICIO DE : "LA MUJER QUE SURGIÓ DE LA BRUMA"
(RELATO INCLUIDO EN "EL HOTEL DE LAS ALMAS PERDIDAS"
“LA SIRENA DE GÖTEBORG”.
El tupido manto de bruma era como un telón de acero sobre el mar báltico que conectara dos universos paralelos. El capitán Snowfensson ordenó detener el barco ante la amenaza de gigantescos farallones de hielo tras la traicionera nebulosa.
“La sirena de Göteborg” se hallaba a escasa distancia de Estocolmo. A primera hora de la mañana apenas rayaba el horizonte la calima. Dos horas después aparecía la ominosa bruma con forma de bucle y pavorosas montañas congeladas, que podían perfectamente hacerles encallar, o lo que era mucho peor, enviarlos al fondo del océano.
Una lancha de exploración partió a inspeccionar con cuatro hombres a bordo. El capitán Snowfensson suspiró aliviado cuando finalmente columbró la pequeña embarcación una hora y media después.
Despavorida, la tripulación observó que todos sus ocupantes estaban abrazados, formando una conglomerada estatua de hielo que pareciera conmemorar el día de la hermandad o de la solidaridad entre los hombres.
A su lado, sentada, exenta de los rigores que habían afectado a los marineros, había una mujer de excepcional belleza y larguísima cabellera blanca. Tenía pulso, aunque el tacto de su piel parecía atesorar en cada fibra la gelidez de los dos casquetes polares aunados en siniestra coalición invernal.
La inesperada tripulante vestía de manera singular y anticuada, enfundada en una fascinante túnica encarnada de raso y terciopelo provista de medio centenar de corchetes y trabillas de plata con forma de saetas y espadas dentadas.
Sobre la cabeza, ciñendo la rubia cabellera, portaba una elegante diadema de brillos diamantinos.
Entre las manos aferraba con fuerza un recio morral de piel de carnero. El capitán Snowfensson reparó admirado en sus falanges alargadas. Todas ellas lucían rutilantes anillos, con grabados engastados que mostraban el rostro aterrado de un guerrero, una espada dentada con empuñadura de diamantes, un dragón plateado, un valle bucólico llamado Svarnya, una carabela que se hacía al mar, confundida entre la niebla, azotada por una temible tempestad…
Lo más llamativo de aquella beldad inusual que había surgido de la bruma, acaso fuera el color ceniciento de sus labios… una balsa de ceniza sobre un lecho frío y gris…
La tripulación, sobrecogida, contemplando el bloque de hielo que eran sus compañeros expedicionarios, comenzó a murmurar, rememorando aciagas leyendas acerca de una princesa llamada Dägmar.
Narraba la tradición popular, heredada durante siglos de padres a hijos, que el mero tacto de su piel podía fulminarte al instante, y que los prados más feraces quedaban “embalsamados” en escarcha cuando ella los hollaba.
Se decía que la soberana había erigido su palacio de hielo sobre la cúspide de la colina de las Sirenas Dormidas, al norte de Noruega, dominando desde aquel altozano el extinguido reino de Svarnya.
Contaba la leyenda que las invencibles huestes de Ignia, el reino del fuego, habían fenecido sepultadas bajo un manto de hielo. Las espadas flamígeras de los guerreros tornadas en carámbanos… los mares bullentes, convertidos en glaciares…
También hablaba la leyenda del rey Iacob I, de quien se dice, la vio surcar los mares una noche de tormenta infernal, y que la niebla la engulló para que no regresara jamás.
Leiv Görenssen y Magnuss Hallgrinsdöttir izaron a cubierta el liviano cuerpo de la distinguida dama. Sus ropajes estaban completamente secos; así como el zurrón. El sucinto equipaje era pesado. Algo en su interior, de corte afilado, le rasgó el muslo derecho al forzudo Magnuss cuando lo depositaba en el suelo.
La zona herida se gangrenó al instante. Unos minutos después, su cuerpo quedaba circuido por un bloque de escarcha con múltiples aristas dentadas, convirtiendo la sólida estructura en una estrambótica cárcel de hielo.
VÍCTOR VIRGÓS WWW.EL-HOTEL-DE-LAS-ALMAS-PERDIDAS.BLOGSPOT.COM