¡Feliz viernes a todos!
Hoy os quiero presentar el microrrelato ganador del I certamen de relato corto: "Cuentos para un cross", organizado por el Excelentísimo Ayuntamiento de Venta de Baños y en el que tuve la fortuna de ser galardonado con el segundo premio.
La obra en cuestión se titula "El hueco": es una preciosa historia llena de valores, de optimismo y solidaridad, que afronta un tema tan delicado como es el cáncer, con un cariño y una delicadeza exquisitos. Creo que esta obra es digna vencedora del concurso y por ello le doy mi más sincera enhorabuena al autor de la misma, que no es otro que Miguel Ángel gallo:
Miguel Ángel Gayo (Cuentista)
Autor de:
La insolente abducción de Pedrito
Miguel Ángel Gayo Sánchez es madrileño de nacimiento (1966) y vocación. Unas oposiciones tardías le llevaron hasta la ciudad de Sevilla, donde reside desde hace más de una década. En principio la nueva ciudad se presentaba como un destino transitorio, pero una inquieta granadina se cruzó en su camino y le desbarajustó los planes. Ahora vive feliz junto a ella y los dos hijos en común que llegaron fruto de esa maravillosa improvisación.
También su vocación de escritor le llegó tardía. Así que no pierde el tiempo y en unos pocos años ha conseguido terminar tres novelas (aún inéditas) y decenas de relatos cortos y microrrelatos, muchos de ellos premiados y publicados en distintos medios. Destaca, entre otros, el 1º Premio en el Concurso Internacional de Relato Corto Elena Soriano (2009), 2º Premio en el II Concurso de Microrrelatos de las Bibliotecas Públicas del Ayuntamiento de Madrid (2009), finalista del IX Premio Internacional de Relato Corto Encarna León (de entre los 1.152 relatos presentados de 30 países), 1º Premio en el Certamen Literario “Villa de Cilleros” (2010), 1º Premio II Certamen de Relatos “Érase Una Vez El Vino”...
A su vez participa de movimientos sociales e inconformistas, y anima a todos a sumarse a la batalla para la construcción de un mundo mejor. También alienta a rescatar las ocultas vocaciones que cada cual pueda llevar en su interior (o postergadas por la vorágine de la vida). Y es que, según le gusta decir a él: “Si para poder vivir dejas de perseguir tus sueños, tus sueños te perseguirán no dejándote vivir”.
EL HUECO
Mamá solía decir que la carcoma se comió su pecho. Lo cierto es que tras la amputación, mamá se encogió sobre si misma y trató de esquivar el mundo.
Ella, que como prestigiosa abogada, siempre se jactó de ganar los pleitos más difíciles, también nos esquivaba a nosotros, su familia. Entonces, yo empecé a echar de menos sus caricias y sus desternillantes cosquillas…
Un día le sugirieron hacer deporte, para así depurar su cuerpo de las toxinas de la quicio. Mamá se enfundó unos pantalones ajustados, una sudadera dos tallas más grande ( “Así se disimula el hueco”, decía) y se echó a la calle a correr.
Mientras corría se sentía bien (“Para la gente soy apenas un reflejo que pasa”), y cada día alargaba un poco el tiempo y la intensidad. Pronto ganó en tiempo y velocidad al resto de vecinas con las que se cruzaba en el parque. ¡Refulgía su espíritu de campeona!
Viendo sus progresos, papá le sugirió que participase en una carrear oficial:
-El cross de mujeres que se celebra todos los años por primavera nos viene perfecto. ¡Pero que no se enteren tus contrincantes que corres con menos peso! –dijo papá con guasa, tratando así de aligerar la tensión sobre su pecho ausente.
La sorna con la que papá planteó las cosas, convenció a mamá, que preparó a conciencia su debut.
El día de la carrera mamá lució sus bonitas piernas (“Estos pantalones cortos me favorecen”) Y un maillot apretado que ponía en evidencia el hueco (“El dorsal lo cubrirá”). Cuando escuchó: preparados, listos, ¡ya!, comenzó a correr.
Imaginaba que suya sería la victoria, como siempre. Siempre había soñado con ganarlo todo. Hasta ese día en que comenzó a correr después de escuchar el ¡ya!
Corrió como nunca. Pero no pudo encontrar la meta, ya que el hueco que portaba en su pecho, pronto lo llenó todo. El vacío, la nada, se expandió desde el hueco de su pecho y cubrió todo su ser. Mientras corría, su mente le recordaba las peroratas de triunfadora que exhibió ante los estrados en el ejercicio de su profesión y el vacío que la seguía en la intimidad de las noches, cuando reconocía los principios subyugados, en el altar de esos triunfos. También de vacío se cubrieron sus recuerdos más familiares e íntimos: la injustificada ausencia cuando la abuela falleció y ella se encontraba de viaje de negocios; el día que papá me llevó a urgencias cuando me descalabré por el tobogán y ella no atendía el teléfono; sus tardías apariciones en mis fiestas de cumpleaños…
Ese día de carrera, mamá no pudo encontrar la meta. En la segunda vuelta abandonó la marcha, nos buscó entre el gentío y nos abrazó con fuerza.
Ese día, mamá se encontró a sí misma. ¡Y nos encontró a nosotros con ella!
Foto: Imágenes de google
Estaréis conmigo en que es una historia preciosa, con un mensaje lleno de positivismo y narrada de forma brillante. Espero que lo hayáis disfrutado tanto como yo.
Quiero agradecerle a Miguel Ángel Gayo su amabilidad por dejarme publicar en "Millas y birras" su relato, espero que podamos seguir colaborando en futuras ocasiones. Un cordial saludo amigo.
Y de regalo, aquí os dejo un corto solidario, que viene perfectamente a colación. Está dirigido por Paco León en colaboración con Buckler 0,0 y es realmente conmovedor, no perdáis la oportunidad de verlo, porque realmente merece la pena.
Un saludo a todos los viciosos del running (y de los microrrelatos)